Supongo que hay momentos en la vida que pueden durar días,
meses, años, y otros que son solo unos minutos, unas milésimas de segundo donde
todo cambia. A mejor. Sin duda a mejor.
Supongo que sabes
cuando ese momento llega porque se te corta la respiración, y misteriosamente,
te das cuenta lo importante que es todo lo que obvias, y lo insignificante que
resulta ser todo aquello que normalmente no te deja conciliar el sueño.
Supongo que es cuando te tumban en esa camilla de una
habitación fría y blanca y sientes ese líquido helado rozando tu piel, cuando
sabes que todo es real. Está pasando, aquí, ahora, estamos nosotros dos, tú y
yo, aquí, esperando respuestas que, aún sin tener nada de conciencia, por mi reacción
sabrás interpretar, entender, sentir. Esperando a la vida de una forma
totalmente diferente, esperando saber que sigues aquí.
Esos momentos son los
que pasan los años y las experiencias, y recuerdas. Estar allí, en ese sitio
extraño y feo, del que, curiosamente, quizás me digan la más importante noticia
de mi vida.
En esas milésimas de segundo, mientras ese aparato te
presiona la tripa, piensas en cada uno de los momentos de tu vida. Todos, se te
pasan por la cabeza como el trailer de una película. Sin detalles, pero con lo
esencial de cada uno de ellos: el dolor, el amor, la pena, la alegría… los
sentimientos en general. Y cuando todos despejan tu mente, miras a ese techo
oscuro, y cierras los ojos.
Ahora eres tú. Tú eres mi momento, el momento de mi vida, de
nuestra vida.
Dentro te siento, inquieto, nervioso, sin saber porque estás
ahí, quizás preguntándote porqué aún ahí dentro, lo sientes todo tan distinto.
Yo sonrío, eres tan pequeño, tan inocente, tan vulnerable… y sin embargo toda
mi vida depende de ti, de cómo estás, de si estás aquí, y bien.
Y solo puedo pedir un
deseo a lo largo de esas eternas milésimas, uno que repito constantemente, uno
que me atormenta a cada momento. Y vuelco toda esa fé que quizás antes no conocía
en mis pensamientos, toda en cuanto soy capaz de tener, sin apenas parpadear,
pensando en lo largo que se te puede hacer ese instante que, aún no sabes si es
felicidad y júbilo o melancolía y tristeza por eso que no me deja dormir: tu
bienestar.
Entonces ese techo oscuro se ilumina con una luz fría, medio
azul que vuelve la habitación gris y se me paraliza el cuerpo, el corazón,
hasta la mente creo. Estás aquí, no sé como, pero estás aquí, y necesito saber
que estás bien. Que desde el principio te estoy sabiendo cuidar con todo ese
amor que siento hacia ti.
De momento la voz de esa mujer me despierta de ese estado
casi de pánico, caótico en el que estoy metida y que, ni siquiera se si quiero
dejar atrás. Y entonces escucho palabras que aún no sé si serán dagas o rosas,
esas palabras a las que durante cinco meses, he temido como quizás nadie, solos
tú y yo, sabemos.
“Está todo bien”.
Nunca tres palabras tan simples me habían echo tan feliz. Y
entonces me llevo la mano al vientre, estás bien, estamos bien, te estoy
cuidando. Y se me llenan los ojos de lágrimas… está aquí, conmigo. No me has
abandonado. Y mi cuerpo retoma toda energía que había abandonado en esa camilla
para sonreír como lo que soy: una niña, una niña feliz de convertirse en mujer,
contigo.
Supongo que cuando sales corriendo de ese horrible lugar,
ves todo diferente, todo cobra un sentido distinto. Te das cuenta de que las
personas que está contigo son las mejores del mundo, y que aquellas a las que a
veces das importancia, quizás no valgan más que esos momentos pasados que te
dieron, pero que ya no vuelven. Y que quizás sea mejor así.
Pero no importa, sin duda, tú eres mi mejor momento, ese fue
mi mejor momento hasta hoy supongo, cuando supe que estabas aquí, conmigo, con
papá, con nosotros. Eramos una familia, estabas con nosotros, luchando desde el
primer momento.
Es entonces cuando sin ver tu cara, sabía que eras todo
cuanto podía querer, todo por lo que vivir. Y no sabía por qué, pero supongo
que son cosas que una siente en unas milésimas de segundos, cosas inexplicables
e increíbles que se quedan marcadas en tu mente y tu corazón para toda la vida.
Toda una vida que nos toca compartir. Juntos.
Nos queda toda una vida por delante, pero antes de que
nazcas, antes de todo lo que te toque vivir junto a nosotros, y por ti mismo,
quiero que sepas algo. Algo que quizás olvidarás cuando te castigue, o cuando
te grite, o cuando no pueda o deba darte lo que pidas. Algo que supongo que
todos hemos olvidado, y solo cuando lo vivimos sabemos cuán injustos somos,
pero algo que, aunque a veces nuestra cabeza no quiera soportar, nuestro corazón
sabe de sobra… Te quiero. Te quiero desde el 13 de Agosto de 2013, donde te
convertiste en lo mejor de mi mundo, de mi universo. Te quiero desde que supe
que estabas conmigo, desde ese instante en el que hiciste de mi vida algo
maravilloso. Te quiero, y sin saber cómo lo sé, sé con seguridad que te querré
siempre. Siempre, pase lo que pase.