domingo, 30 de diciembre de 2012

Salvaje libertad.


No soy más que una chica imprevisible con trastornos de personalidad, que busca en cada persona, cada cuerpo, cada alma, un transporte, un viaje que la traslade a ese sitio donde no se sienta una extraña.
A lo largo de mi vida, he conocido a personas, sobre todo a hombres con personalidades impredecibles, inimaginables. Y todos confiaron en mi para depositar su vacío, esperando que yo y mi locura los rescataran de ese pozo en el que, sin ellos saberlo, yo ya estaba metida, y a punto de ahogarme.
Siempre he dicho que no confiaría en nadie como yo, y nunca pedí confianza. He vagado sin rumbo por la vida, buscando un hogar, alguien en quien apoyarme, una taza de café caliente por la mañana. Pero no lo he obtenido. Me arropaba en las sábanas del primero que se cruzaba en mi camino.
Esos hombres, eran mi única familia. Unos estaban casados, otros a punto de jubilarse, otros acababan de empezar la universidad. Todos tenían grandes huecos en su alma, y esperaban a que una loca perdida, se los llenara. He escuchado promesas de todo tipo, de todas clases, vestidas con todos los colores que podáis imaginar. Pero para ser sinceros, nunca me he quedado a ver si eran promesas verdaderas. Una noche, una pasión más que escribir en un diario que no existe, una búsqueda fallida.
A lo largo del tiempo me he ganado la amistad y confianza de muchos hombres, otros solo me han insultado, abofeteado o humillado. No me importa. He pasado por camas, hoteles, coches, servicios, moteles, descampados. En todos me han poseído y he sentido un momento de debilidad que a veces, es necesario sentir. No llevo la cuenta de cuantos hombres han besado mis labios y han conocido la calidez de mi entrepierna, son solo pasatiempos que me rescatan de este mundo.
Soy joven, soy loca.
 He tenido una familia, he tenido un hogar. He tenido un desayuno completo por la mañana, incluso una vez me enamoré. Pero sin saber cómo la vida te quita cosas demasiado pronto. La gente confunde recordar con echar de menos. Constantemente recuerdo mi vida, mi familia, mi pareja. Pero no los echo de menos. Soy como un león sin manada, no tengo que rendir cuentas, ni dar explicaciones. No me meto en problemas, porque mi vida es un problema constante. Voy con mis cigarrillos y mi cerveza vagando por las ciudades, en busca de alguien que me haga vibrar, durante unos minutos. Alguien que como la realidad de mi vida dice, me lo de todo, me lleve al universo, me haga tocar las estrellas, y luego me suelte y me deje ahí, en el húmedo suelo de una calle mojada por la fría lluvia del invierno.
Estoy vacía, hueca. Pero he conocido la felicidad.
Cada una de esas personas que pasaron por mi vida, durante una sola noche, hicieron de mí algo más impredecible y solitario de lo que ya era. Me besaban, me querían, durante un solo instante. Por la mañana, yo desaparecía y solo era una desconocida. Pero eso me gustaba.
No tengo sueños, esta vida no te permite soñar. Caminas donde quieres, como quieres, con quien quieres. Y no quieres querer más de eso que te rodea.
He divagado por las calles buscando en los desconocidos una parte de mí que no encontraba. Y he visto como cada uno de esos hombres, no eran más que seres descuidados que tenía una pieza fallida. Todos han buscado en mi algo que los completase, pero yo estoy demasiado vacía como para completar a alguien.
Solo buscaba esa parte de mí que no podía encontrar. Y en ellos me encontré. Confiaba en mi camino. Indefinido. Oscuro. Libre.
Mi mundo es un mundo de riesgos, de diversión, de ignorancia.
Quizás no sé lo que es tener un beso por la mañana o que alguien te diga te amo. Pero, ¿acaso es lo que busco?
Esta soy yo. Mi vacío me completa, mi camino es el que quiero seguir. Ser ese león que caza, duerme, fuma, bebe. Yo soy una cabina de teléfono, alguien la cual puede ser usada por todos, pero a la que ninguno puede poseer.
Quizás no soy un prototipo de mujer soñada, quizás nadie se enamore de mí, ni nadie quiera llevarme a grandes eventos o pasear conmigo por la calle agarrados de la mano. Puede que no merezca ser la esposa fiel de un marido ejemplar, ni la madre modelo de unos niños preciosos. Lo más probable es que nunca posea una casa con jardín y enormes ventanas. Quizás ni siquiera un pequeño apartamento con un pasillo estrecho. Puede que nunca tenga un verdadero puesto de trabajo y que no sea nadie a los ojos de la gente. Puede que esté sola, y puede que siempre permanezca así.
¿Acaso importa?
Todos esos hombres que he conocido y olvidado, y que aún quedan por conocer son mi verdadera historia. Ellos me dan momentos de felicidad. Quizás es injusto ser feliz viendo como la gente se queja de su pequeño vacío, pero esas quejas y reclamaciones, esa confianza que tienen en mí, me hacen ser alguien.
Este es mi hogar. La calle. No sé a dónde voy. No sé de dónde vengo. Quizás tampoco sepa muy bien quien soy.
Estoy loca.
He tomado un camino oscuro lleno de fantasías fugaces. ¿Quién dice que sea el camino incorrecto? He viajado hacia sitios que no creía conocer jamás.
No me importa que no os guste mi vida. No me interesa si mi camino os parece el incorrecto, o si mi forma de refugiarme en todas esas almas os parece promiscua, o viciosa.
Yo elegí mi camino. Cuando lo tenía todo, aposté y perdí. Decidí mi soledad y busqué apoyo en las estrellas.
 Quizás, no sea más que una chica que acabará con su vida en un periodo breve de tiempo. Tal vez no sea más que un león solitario, al que el resto de la selva comerá en no mucho más.
¿Queréis criticarme? No me importa. ¿Queréis insultarme? No me importa. ¿Queréis hacerme daño? No me importa.
Yo elegí mi camino, elegí ser quien soy. Y no merezco grandes títulos morales, pero soy todo aquello que vosotros no conseguiréis ser nunca.
Soy libre.

jueves, 27 de diciembre de 2012

Te amé, de eso estoy segura.


Perdóname.
Así empezó esa mujer su carta, entre tinta, papel y dolor. Su primera palabra, su primer pensamiento, y su primera toma de contacto con la vida, con el presente, ladraban como perros callejeros esa palabra, esa petición que aún no sabía por qué la pronunciaba, pero sabía que debía de hacerlo: PERDÓNAME.
“Perdóname. Perdóname por dejar mis sueños en el felpudo de la entrada, hacia una casa de dolor. Perdóname cuando juré ante aquel altar de falsedades y promesas que ya estaban rotas antes de decirlas “hasta que la muerte nos separe”. Perdóname. Perdóname por arroparte cuando tuviste frío, por llevarte al médico y darte tu medicamento cuando estabas enfermo. Por hacerte cosquillas por las noches, por darte besos por la mañana y por esas veces en las que te llevé el desayuno a la cama. Perdóname por silenciar deseos o ganas, por aguantar egoísmos y gritos, perdóname por empezar a darte el poder de hacer con mi corazón, mi vida, y mi alma, lo que se te antojara. Perdóname por esa primera vez que me dijiste que mi falda era demasiado corta y me cambié de ropa, por esa primera vez que te pedí que no bebieses más y me mandaste a callar delante de nuestros amigos. Perdóname cada vez que me insultabas porque venías borracho, y perdóname por cada excusa del día siguiente que apunté en mi lista de ‘cosas que dejar estar’. Pero sobre todo, perdóname la primera vez. Perdóname la primera vez que tus manos golpearon mi cara dejando una marca de dolor, de inferioridad, de desamor, en mi piel. Perdóname la primera vez que tu pantalón estaba manchado de ese carmín que yo nunca usé. Perdóname todas esas reuniones que sabía que no existían, y ese olor a alcohol que inundaba la habitación cuando entrabas a dormir, a seguir con una vida de teatro en la que ya, todas esas promesas cobraron el valor que le correspondían: ninguno. Perdóname amor. Perdóname por haber hecho mal lo que ni siquiera me diste la oportunidad de hacer. Por convertirme en esposa y dejar de ser mujer. Por cederte mí libertad, y dejar que usaras la tuya para dañarme. Perdóname cada segundo que me callé, cada palabra que escondí en un hueco de mi corazón al que le atribuí incluso un nombre ¿sabes? : DESECHOS. Perdóname por cada vez que intente acercarme a ti para hacerte el amor y no tenías ganas porque ya otra se había encargado de darte placer. Perdóname la primera vez que admití que cambiaras un ‘preciosa’ por un ‘puta’, que sustituyeses tus cálidos besos por tus fríos puñetazos. Perdóname por levantarme con la piel morada y el corazón herido. Perdóname por tapar mis heridas con maquillaje y buscar la forma de cerrar las grietas de mi alma. Perdóname por creer en ti hasta el final, pero sobre todo, perdóname por creer en nosotros hasta el último momento. Mi corazón hecho añicos pide en su último aliento un perdón de aquel que lo tiró a la basura, un perdón de aquel al que amó, y ya no puede amar. Un perdón por aparecer ese 15 de Noviembre en tu vida. Un perdón por confiar en ti y darte cada resquicio de mi cuerpo, cada parte de mi mente, cada milímetro de mi corazón. Perdón del hombre que me hizo esclava de un silencio que atormentaba cada noche. Perdón del hombre que me ató de pies y manos frente a una vida de ira, de dolor, de rencor, de maltrato, de infidelidad, de mentiras, de odio. Frente a una vida llena de sueños y expectativas que se desvanecieron ese mismo día que no te despediste con un beso al salir. Un final que dice perdóname hasta en mi despedida. Perdóname, amor, por convertirte en la razón de mi vida. Pero sobre todo, perdóname por adjudicarte el título que hoy te adjudico: el único y gran motivo de mi muerte. ‘Hasta que la muerte nos separe’. A diferencia de esta falsa vida, yo amor, si dije, prometí y juré la verdad. Un ‘para siempre’ que hoy, sonríe al transformarse en un ‘hasta nunca’.”
Selló la carta con dolor y alivio, con desamor y añoranza. Se quitó su ropa y la dejó caer levemente al suelo. Se miró al espejo y le resbaló una lágrima desde su ojo morado, cayendo por su mejilla, pasando su cuello y visitando su pecho, hasta que en su vientre se coló por su ombligo y sin saber cómo, no volvió a aparecer. La bañera estaba llena, el agua caliente. Entonces puso la radio y se sumergió en el agua. Cerró los ojos, y con un último aliento de olor a miedo y tranquilidad a la vez, pensó por última vez, y le dijo a él, que no la escuchaba, eso que nunca tuvo valor de decirle a los ojos, pero que ahora sabría con seguridad para el resto de sus días; “te amé”.
Una bañera llena de sangre, una carta en sus manos, y alguien que ahora sabe que decía la verdad cada vez que le decía “moriría por ti”. En la radio “Kansas – Dust in the wind” la canción con la que se conocieron. Dentro del sobre su carta y una foto de ambos antes de casarse. Él con unos vaqueros y una camisa blanca, y ella con un vestido corto color mostaza. Ambos se miran y sonríen, él la agarra por la cintura y ella tiene su brazo sobre su hombro. ¿Qué ha sido de nosotros? Se pregunta él. Sabiendo que es el único culpable de lo que ha pasado. Entonces escucha en su canción “nothing is forever” y lo sabe. Se sienta y deja caer la foto encima de la mesa. Y lee por detrás de esa imagen las últimas palabras de aquella mujer que lo había dejado solo, para no sufrir más, dando paso a un mundo que aún sin conocer, sabía que sería mejor: “Vaya donde vaya, me consuela saber, que al menos, durante una sola milésima de segundo, nos amamos de verdad. Ahora, solo somos como dice nuestra canción, polvo en el viento. Nada es para siempre amor, nada.”
Y entre suspiro y suspiro, agacha la cabeza. Y susurra una palabra, solo una que le atormentará los restos de su vida: PERDÓNAME.

viernes, 14 de diciembre de 2012

La historia de la vida.


Llega un momento en tu vida, que alguien aparece y te hace una pregunta que en ese instante es una estupidez, y a la que no sabes que contestar. “¿Cuál ha sido el momento más bonito de tu vida?” y tu dices... “y yo que sé, me quedan tantos momentos bonitos por vivir”... Pero luego, llegas a casa y te pones a pensar… y te vienen miles de recuerdos que son capaces de hacerte sonreír.
Para mí tu eres el mejor momento del mundo. Desde pequeña he tenido que saber más que otras niñas y niños, y no porque sea más inteligente, si no porque así lo ha querido el destino. Cuando tu naciste… aún recuerdo que para mi eras lo mejor del mundo. Y siempre que me han preguntado “¿A quien quieres más a papá o a mamá?” yo he respondido”a mi hermano”. Lo cierto es que desde que tú naciste mi única preocupación era protegerte: que no vieras, oyeras, vivieses y fueras como lo que teníamos ante nuestros ojos. Quería que tú no tuvieses que mentir, ni que llorar… quería que fueses diferente y tuvieses otra oportunidad de tener una infancia normal.
Cuando te preguntan por el mejor momento, piensas en cuando te casas, en cuando tienes un hijo y formas una familia. En cuando te gradúas, cuando superas una enfermedad… piensas en cosas que tienen que llegar y que marcaran un antes y un después en tu vida.
Yo ayer estuve pensando… ¿cuál fue el momento más bonito de mi vida? Y me respondí al mirar una foto. Fuiste tú. Cuando llegué a casa y te vi por primera vez, tan gordito y feo... en la cuna, llorando y tapado. Eras mi esperanza. Eras un “todo iba a cambiar”. Siempre has sido quien ha avivado mi rabia... mis ganas. Cuando te miré por primera vez, supe que todo tenía que ser diferente, al menos para ti. Lo cierto es, que aunque no fue como yo pensaba, las cosas cambiaron, cambiaron a lo grande… y alguien se fue. ¿Para bien? ¿Para mal? ¿Qué más da? Alguien se fue y dejó un vacío, y las cosas cambiaron para todos. Y yo cambié. Me distancié, te aparté de mi vida como si ya no existieses. Haciendo mi camino, sin contar contigo, creyendo que fui la única a la que una pérdida le afectó… olvidando que con nuestros más y nuestros menos, seguíamos siendo una familia. Y a veces, a una le hace falta distanciarse, echar a fuera todo lo que ha sufrido y nunca ha dicho a nadie. Le hace falta hacer daño, para que alguien entienda el daño que a ella le hicieron. A veces una… se vuelve egoísta y siente miedo. Y todo le parece una amenaza, de todo se queja y de todo el mundo piensa mal. Desconfía, teme… y se queda sola por miedo a volver a pasarlo mal. ¿Pero sabes? La gente no ve eso. La gente solo ve que eres una amargada con diecisiete años y que ya no tienes ilusión por nada, más que por escribir. Pero  nadie se pone en tu lugar, se pregunta porque te pones seria al recordar, ni porque quieres estar sola. Porque comprender y escuchar es mucho más complicado que juzgar sabes. Y ya no sabes disfrutar nada, porque todo lo bueno que has tenido en el mundo, te lo han acabado arrebatando. Y entonces, te vuelves fría, te creas tus muros… y asientes, sonríes y sigues, pero en el fondo, todos y cada uno de los seres que te rodean, te dan igual. Tienes miedo de confiar, de ilusionarte, de creer… de querer. Tienes miedo de cada molécula de aire que hay a tu alrededor… porque sabes que un día… se acabará. Y me encerré en mi mundo, creyendo que era la única que tenía problemas, creyendo que era la única a la que le afectaba. Y hoy, siento que me he perdido cosas contigo. Siento que ya no te trato ni te protejo igual que cuando éramos pequeños. Siento que te he descuidado. Y me cuesta perdonarme algo así.
Cuando pienso en el mejor momento de mi vida, quizás lo que se me venga a la mente, el más precioso… fue cuando me dijeron “vas a tener un hermanito”. Quizás si me tengo que quedar con algo, me quedo contigo. Siempre has sido lo primero, y desde hace dos años… ya no lo demuestro. He pasado a ser o la hermana carca y pesada con quien pelearte, o la hermana invisible. Y te haces mayor… y veo como ya, tú también quieres tú camino, tu independencia. Y lo entiendo. Y siento que… ya no puedo jugar más contigo, o llevarte al parque. He perdido esos momentos que no supe valorar porque fui egoísta. Los he perdido para siempre.
Confío en darme cuenta de que no debí pagar contigo lo que pasé o sufrí, he entendido que tú estás en medio… de una vida que no tienes que pagar. Y te prometo que lo siento. Eres lo más importante del mundo para mí, daría mi vida por ti, mataría por ti. Y es hora, después de tanto tiempo, que vuelva a demostrarlo.
Eres el mejor momento de mi vida, mi mejor historia. No lo olvides nunca.
Te quiero, hermano.

domingo, 2 de diciembre de 2012

Precipicios del corazón.


“¿Saltas o no saltas?”
Es la primera cosa que se te viene a la mente. Y aún sabiendo que no saltarás, te lo preguntas. ¿Inercia? ¿Masoquismo? ¿Estupidez humana? No lo sé. Ando esperanzada buscando algo que sé que no está, es ese “si, pero no” ¿sabéis? Es un intento más de cientos que aunque sabes que será fallido, tienes que realizar porque, joder… ¿y si sale bien? Es una esperanza junto con un pesimismo muy raro. Y ahora cansada de buscar estoy ahí en el borde de ese estúpido puente, observándolo todo mientras nadie en realidad me ve. ¿Qué es el mundo? Cada uno lo ve distinto, lo vive distinto, lo piensa distinto. Pero a la vez, somos todos iguales. ¿Hay algo diferente de verdad? Y después por consecuente te preguntas… ¿qué más me da? Coño, no es por ser egoísta o pesimista... pero se me acaba de ir lo único que para mi merecía la pena de verdad. ¿Cómo llamamos a eso? Yo quizá, lo llamaría desamor. Si, parece que el amor es como una fruta dulce, la cual muerdes y te llena la boca de un sabor agradable… pero todas las frutas tienen su parte amarga, y de momento, ¡PUM!,  muerdes el hueso… y aunque esa fruta sea la más rica del mundo, tienes miedo de volver a comerla... porque el sabor amargo del hueso no ha merecido la pena. Pues eso es exactamente. En realidad no, es aún peor. Yo no he hecho nada, han cogido el hueso y lo han molido y me lo han echado en mi puñetero batido de frutas… pero... ¿qué más da? Que me lo merezca o no, sigo teniendo el sabor amargo en mi boca… y escuece por dentro. ¿Por qué? No importa, no va a doler menos ni va a haber vuelta atrás. Todo “por qué” tiene su “y por qué no”, y este segundo siempre va a atormentar la cabeza de alguien que ha sido traicionado. ¿Qué siento? No es odio, eso lo se, porque aún tengo ganas de abrazarlo. ¿Decepción? Tal vez, un poco. ¿Rencor? No... eso no es. ¿Sed de venganza? Jamás podría hacerle algo así, aunque se lo merezca. ¿Qué siento entonces? ¿Amor?... quizás más que amor, añoranza. De lo que éramos ayer y, lo que en cinco minutos, ya no es ni nunca más será. ¿Arrepentimiento? No… lo que he vivido con él sigue siendo algo puro e increíble. ¿Qué cojones es este sentimiento que no me deja respirar?
Y de momento una pareja cogida de la mano, cada uno mirando para un lado distinto, sin una conversación, sin nada que decirse, atados por un compromiso que ellos mismo se han impuesto… eso es. Miedo. Miedo a acostumbrarse a alguien.
¿Qué pierdo por perdonarlo? ¿Quiero estar con él no?...
Y vuelves a mirar a esa pareja... Entonces se me vuelven a inundar los ojos de lágrimas... No lo sé. Y miro el collar que me regaló, lo que le costó encontrarlo. Recuerdo cada momento vivido, y sonrío. Sabes que pasó, fue increíble y pasó. Pero… me ha fallado. Y aunque no tengas rencor, ni odio... sé que es así. Ha mordido el hueso, y lo ha partido por la mitad.
Entonces, desde el puente lo veo a lo lejos… buscándome… intentando salvar algo que… es como esa pareja. Compromiso. Un sentimiento de culpabilidad por haber acabado con algo… pero, ¿qué se sienta culpable significa que de verdad quiera estar conmigo? Para nada. Quiere mi perdón, para poder perdonarse. Y camino hacia él… lentamente, sabiendo que quizás cometa un error pero, hay errores que merecen la pena cometer ¿no? Y de momento estoy detrás de él... le tocas el hombro, suavemente, con cariño, como se lo has tocado siempre,  pero a la vez como no se lo has tocado nunca. Y te mira. Se le llenan los ojos de lágrimas, le tiembla el labio y no sabe que gesto hacer para decir… que está arrepentido. Entonces, se aclara todo. Mi mente se despeja. Estoy justo en frente del hombre al que amo, con dolor dentro de mi… pero se lo que quiero. Lo miro, se me encharcan los ojos y sonrío. Y él se sorprende… espera un insulto, un tortazo quizás… y yo le estoy sonriendo. Entonces me acerco, un paso más, y lo beso. Yo, a él. Se queda parado, no sabe lo que está pasando… termino de besarle y lo abrazo. Y en ese abrazo que no quiero que acabe, empiezo a derramar todo el dolor, el tiempo. Las experiencias y vivencias en su hombro, dejándome lo que fuimos, lo que somos y lo que ya nunca seremos. Todo allí, en su chaqueta. Entonces me separo… él me mira... sonríe y me coge la mano… y ahí viene lo duro. Es ahora o nunca. Cierras los ojos y piensas en esa pareja... Y te haces las preguntas. ¿Lo amo? Si. ¿Quiero estar con él? ….
Abro los ojos, y miro su mano sobre la mía… y mi cara muestra dolor. Muestra miedo, muestra sufrimiento. Y a él se le desdibuja su sonrisa esperanzada de hace dos minutos. Retiro su mano de la mía... me acerco, le doy un suave beso en la frente y lo vuelvo a mirar. Y niego con la cabeza. No… no a todo, no a nosotros.
¿Lo amo? Sí.
¿Quiero estar con él?.. No.
Y me doy media vuelta, y marcho. Camino, rápido, sin querer volver a atrás. Lo veo por el rabillo del ojo… llorar y hablar solo. Quizás me esté llamando, no lo sé, no puedo escucharle. Me pongo mis cascos y empiezo a escuchar música.. Y mientras camino noto en el aire un cambio. ¿Qué es el mundo? Ni puta idea. Pero se que ya nunca más volverá a ser lo que ha sido. Huele a despedida, a dolor. Huele a adiós. Todo ha acabado, y a su vez ha empezado. Y ahora lo entiendo de verdad…
“¿Saltas o no saltas?”
Salto. Salto para siempre. Salto para nunca. Salto… y…
¿Fin?.. No lo creo. =)

martes, 20 de noviembre de 2012

Posdata: infinitamente más que ayer, y eternamente menos que mañana.

Todos sabéis que hay cosas que no se pueden explicar, ¿verdad?. Como eso de Dios, la religión y tal. Hay cosas en el mundo, que no se pueden ver, pero que es cuestión de algo llamado "fe" creerse. Bien, yo conozco algo que a pesar de que no se puede ver, se sabe que está. Algo que no todos oyen, pero nosotros dos, sabemos de que melodía estamos hablando. Algo que no se puede explicar, pero que se sabe que está ahí. Exacto.
Hablo de levantarse cada mañana y que la primera cosa que se te venga a la cabeza es un; "Ojalá estuvieses aquí.". De ir corriendo al ordenador y escribir un "buenos días" a alguien que aún duerme, pero que cuando despierte, aunque sea un instante sonreirá. Hablo de sensaciones. ¿Que son las sensaciones? Es como una serpiente que de momento se mueve por nuestro interior y nos hace cosquillas. Es estar sentada y que una mano te roce el hombro, un beso robado, dos miradas que se cruzan y se quedan a mitad del camino, unidas, escribiendo el resto de una historia que.. no se puede explicar. Hablo de los besos de por la mañana, de como cada palabra, la más simple del mundo, describe algo que a su vez, no se puede describir. Es el todo de la nada, el siempre del "nunca". El ser o no ser. Es verlo sonreír y que de momento todo haga.. "PLOF" y desaparezca. ¿Donde estoy? No lo sé. ¿Qué hago aquí? Ni idea. Y entre tanta pregunta sin respuesta viene él, te coge de la cintura y te contesta besándote a la única pregunta que de verdad te merece la pena realizar; ¿Quién soy? Soy suya.
Amor, euforia, deseo, pasión, ganas. Una mezcla de tantas cosas que no se pueden explicar, que hacen lo inexplicable.  La cuestión es que cada noche al acostarte, miras ese lado vacío de la cama y sonríes pensando en cuando esa persona lo llenó, entonces te tapas, te das la vuelta y te encojes, dejando un hueco por si llega, que sepa que ese es su sitio. Las cosas son más fáciles de lo que parecen. "Te echo de menos, voy a buscarte" y se acabó. Dos personas que se aman tienen que estar juntas. No hay más. Es una guerra constante en la que hay que afrontar las cosas. Es una guerra entre nosotros y el tiempo, las adversidades. Pero yo muero. Muero cada vez que me mira, o me sonríe. Cada vez que me besa, o me toca, o me hace suya. Cuando me abraza o me acaricia, incluso cuando me hace cosquillas o bromea. Muero cuando dice que soy muy fea, y cada vez que dice que soy preciosa. Muero en cada palabra y gesto. Y ¿sabéis qué? jamás imaginé que en esta guerra, morir a cada instante fuese la forma más increíble de ganar.
¿Y dos años? ¿Qué son dos años?
Setecientos treinta días, diecisiete mil quinientas veinte horas, un millón cincuenta y un mil doscientos minutos. ¿Eso son dos años? ¿Qué es el tiempo cuando lo mínimo que quieres pasar a su lado, es el resto de tu vida? Dos años son mucho más que millones de segundos y horas aprendiendo y conociendo a lo que pasará a ser tu verdadero mundo. Un veintiuno cualquiera de Noviembre. Dos años es más que besos, que amor, que una lucha constante  Dos años es mucho más que lo que cualquiera pueda creer. Es más que experiencias, momentos, planes, decepciones, ilusiones.. Dos años es una salvación. Es el tiempo justo en el que te das cuenta lo que merece de verdad la pena, y lo que no. Es lo que tarda el pasado en dejar de doler, el presente en ser vivido y el futuro en ser ansiadamente esperado. Dos años es más que un amor grandioso. Es alguien que te ve caer a un pozo y sin darse cuenta te dice "sal de ahí, yo he estado y no sirve de nada". Es alguien que te dice toma mi mano, alguien que no hace falta preguntarte "¿qué te pasa?" cuando ya te está levantando la barbilla y diciendo "aquí estoy". Dos años es una vida nueva, con otro color y una forma diferente de ver las cosas. Dos años es saber que al otro lado hay alguien que espera tus buenas noches y que sabes que tu esperas las suyas. Son dos años en los que de repente aparece alguien y lo cambia todo. Y cambia cada molécula de dolor que tu corazón esconde. Alguien que destruye tus barreras, que saca de ti lo que ni siquiera tú conocías. Alguien con quien no tienes que esconderte ni disimular, alguien que no sentirá lástima de ti, alguien que te ayudará pero no tendrá compasión. Alguien que no intentará ponerse delante tuya para guiarte ni detrás para empujarte, alguien que se pone a tu lado y comparte sus experiencias, alguien que te aconseja y que quiere que cada noche te acuestes teniendo el poder de decir "soy feliz".
¿Y tú? ¿Quién eres tú?
No te puedo explicar. No hay palabras en el mundo que sirvan de agradecimiento por lo que has echo por mi. No hay nada con lo que pueda pagarte que me salvaras, que me guiaras, que me enseñaras y que después de todo, permanezcas a mi lado. Hoy quiero escribirte lo que nunca te he dicho. Eres el único que sabiendo todo de mi, de mi pasado y presente, quieras aún tener algo parecido a un futuro junto a mí. El único que no me ha dejado sola a pesar de que a veces me lo he merecido. Eres el único al que no le ha importado mi forma de ser y no ha huido de ella, si no la ha aceptado y a la vez me ha enseñado a ser mejor. El único que de verdad confía en mi y cree en lo que hago y quiero, el que siempre está ahí, diciéndome la verdad y enseñándome a aceptarla y a aprender de ella. El único que se ha parado a escucharme de verdad, el que me ha entendido y ha sabido que decir y cuando, y cuando callar y abrazarme. Eres inexplicable.. eres lo que nunca imaginé que podrías ser. Eres lo que nadie nunca será para nadie. Eres ese silencio que hace ruido, que marca, que deja huella. Siempre me he quejado de que la vida ha sido demasiado injusta conmigo, de que he sido su sparring, su chica de entrenamiento, a quien hundir y hacer daño cuando quisiera. Hoy sé que no es así, que mi dolor es lo que me hace ser quien soy, quizás no muy distinta a las demás, pero con algo aprendido. Hoy sé que hay quien lo ha pasado peor y calla, y quien se queja el doble cuando lo ha tenido todo por delante.  Pero eso no importa, lo único que sé, que lo que un día la vida se llevó de mi, sin preguntar siquiera... ha merecido la pena. ¿Por qué? Porque me lo ha devuelto con el mayor regalo que podría darme nunca, te ha traído a ti a mi vida. Te trajo y me enseñó a luchar por ti. Y muchas veces estuve a punto de quedarme en una batalla tendida. Porque era una lucha difícil y amarga. Pero sea como sea, saqué fuerzas de un amor diferente al resto, y hoy puedo escribirte esto. He intentado ser siempre lo más valiente que he podido, he intentado no desistir... y a pesar de que a veces me he quejado como la que más, espero haber estado a la altura de las circunstancias. Para mi no ha acabado, porque siempre hay que levantarse y luchar... yo no te tengo, no te tendré nunca, aunque tú creas que eres mío. Quiero enamorarte cada día, quiero que cuando despiertes en mi cama en vez de en la tuya, lejos de tu casa y tu familia, mires al lado y pienses "merece la pena". Quiero ser cada día de tu vida, esa sonrisa. Quiero que me ames para el resto de la eternidad, en esta y todas las vidas que tengamos. Tu eres el mayor orgullo de mi vida, eres mi premio... y quiero ganármelo a cada segundo. ¿Y sabes por qué? Porque lo único que tengo claro en la vida son dos cosas: La primera que soy irremediablemente tuya, y eso es algo que nadie puede cambiar. Y la segunda, que sea lo que sea lo que esté en mitad del camino, te quiero a mi lado.
Gracias, por ser inexplicable, por estos dos años, por lo que pasó, pasa y pasará. Por esta historia. Por haber sido y ser el único. Gracias mi vida, por hacer de nosotros, algo más que un amor. Por hacer de nosotros seis letras.
Taytas ♥

martes, 13 de noviembre de 2012

2 Sonrisas y un beso.


Todos estaréis esperando a que empiece a escribir una nueva historia, y os preguntareis ¿Por que empieza escribiendo así?, Yo me preguntaría otras cosas, como: ¿Por que en el titulo el primer numero lo pone con un símbolo y el segundo no? y cosas así.. No se, la vida se ve distinta a través de los ojos de otra persona, y,  yo no quiero ser persona, así que; ¿Como vería yo las cosas?.

-No es tan difícil.
-Pero yo no lo entiendo como tú.
-No se trata de entender o no entender, se trata de vivir diferente, se trata de no tratar.
-Pero, ¿Como se hace eso?
-No se hace, viene solo. ¿Ves ese jarrón?
-Si.
-Bien, Pues no lo veas.
-¿Cierro los ojos?
-Jajaja, no. Cierra tu mente.
-Pero eso es imposible, no se puede cerrar la mente, la necesitamos para pensar.
-Exacto, ahí está el secreto.
-Joo, no lo entiendo bien.
-Tranquilo, todo llega.

Después de eso, aquel chico quedó tanto sorprendido, como asustado. Nunca se supo nada mas de él. Pasaron años y años, amigos y familiares temían lo peor, las autoridades hicieron una búsqueda, sin éxito.

"Ding Dong"
-Ya va. (Abre la puerta intrigada por las horas de la noche que eran). Hola ¿Quería algo?.
-Hola mamá.

Una cara pálida  unos ojos se abrían sin pestañear, una boca medio abierta, la piel de gallina al escuchar esa voz, y no reconocer su rostro. La misma sensación, como cuando ves a un fantasma.

-Perdón por todo lo que pasó, y lo que hice. Pero tenia que hacerlo.

La madre medio temblando, sin hablar, se abalanzó sobre él, como si de la guerra hubiese vuelto.
Semanas mas tarde, después de explicarle el por qué de todo, la madre lo entendió, y todo volvió a lo de siempre.

FIN.

Jajaja, esperaba una pregunta como esa. ¿Por qué se fue?, Eso queridos amigos, es lo que vais a responderos vosotros solos, una vez que cerréis vuestra mente, y no seáis nada de lo que conocéis.

Porque, ¿Quien ha dicho que todos deberíamos pensar igual?
O mas fácil, mira el jarrón: ¿Donde está?.

sábado, 10 de noviembre de 2012

Princesa, con corona de espinas.


Verdes. Como una manzana, como el icono de Spotify, como las hojas de los árboles en primavera. Como una iguana, o como una rodaja de pepinillo. Y solo puede preguntarse una cosa.. ¿Qué clase de hombre se pone con esos zapatos unos calcetines verdes?
Diciembre. Siempre le ha gustado esa fecha, adora la Navidad. Las calles están llenas de adornos y las tiendas de gente. Huele a castañas asadas en la avenida y los escaparates están llenos juguetes. Hay siempre un Papá Noél en el centro comercial, y los pajes de los Reyes Magos van a recoger las cartas de los niños. Huele a turrón y a polvorones. A ilusión, a expectativas, a aspiraciones, a cambio. Huele a nuevo, huele a humanidad, a amor y compasión. Huele a Navidad, a su querida Navidad. Lo que más le gusta de la Navidad es pasear con su chico por las calles, pararse en todas las tiendas y decirse mutuamente lo que se van a regalar por reyes. Le gusta que la deje en una esquina y aparezca con un cartucho de esas castañas asadas que le encantan, pero que luego nunca puede pelar sola. Le gustan los gorritos que él se pone para hacerla reír, y las luces de los árboles. Y la cara de la gente. Todos sonríen, todos parecen felices, y aunque al llegar a casa no lo sean, en ese instante en el que escuchan a la gente cantar villancicos en la calle o ven el juguete que quieren sus hijos o huelen a buñuelos, en ese momento, durante un solo instante, son felices. Y eso a ella le encanta.
En casa nos gusta a todos la Navidad excepto a mamá. En realidad a mamá no le gustan las fiestas, siempre piensa en el dinero que se gasta, en la comida que se tira, en las visitas, en la ropa… nunca puede ver la parte bonita de las cosas, y eso es molesto. Pero creo que mi madre es de esas personas que aunque no les gusta la navidad, cuando pasean por la calle y ven los belenes vivientes y los niños con los ojos como platos y las caras pegadas a los escaparates, sonríe. A papá siempre le ha encantado, él es como yo, un soñador, un enamorado de la vida, y de la navidad. Y al pequeño le encanta, aunque su época favorita es la de todos los niños a su edad supongo, ¿no? Los Reyes. Recuerdo que en casa siempre hemos estado muy unidos, sobre todo en navidad. Mamá nos compra ropa y papá cocina y como trabaja en una empresa de embutidos nos trae siempre jamón y chorizo. Las titas y primas vienen a casa a comer turrón y beber champán. Y se cantan villancicos y nos hacemos muchísimas fotos. La Navidad es sin duda mi época favorita del año, lo era al menos, hasta esa noche.
Camina lentamente, bajo un cielo casi rojo, que está a punto de exponer su furia ante nosotros, en forma de lluvia. Camina con la cabeza agachada, la pintura corrida de las lágrimas, las medias rotas y los tacones en la mano. Camina en la oscuridad de una noche de Diciembre que lleva con ella alcohol, algún que otro porro, música, gente… y un desamor. Y piensa en él, en su chico, en cada beso, en cada caricia que se han dado, en cada plan que tenían pensado… piensa en sus ojos, en su sonrisa, en su forma de tocarla y de quererla. Piensa en cuanto lo ama, en cuanto lo necesita… y sabe que lo acaba de perder por una tontería. Y ahí están, ella y sus diecisiete años caminando a solas por la ciudad, por la noche, por el peligro. Entonces se para, le suena el móvil, un mensaje. Y lo abre con miedo pero con ganas, con prisas, con ilusión. Es él. Abrir; “Tengo que hablar contigo, llega a casa cuanto antes por favor, es muy tarde para que estés por ahí sola. Te quiero.” Y de pronto sonríe, se seca la cara y cierra los ojos, un instante, una milésima de segundo... lo suficiente para que toda la emoción que contiene su cuerpo, su mente, su alma… se desvanezca en el más miserable de los hechos.
Tiene los ojos vendados y nota que se mueve, va en un coche... pide ayuda, llora y patalea.. pero es inútil, no se oye nada más que una emisora de radio con una canción en francés.. “¿una canción en francés? Menuda gilipollez.” De momento, una voz... una voz que a pesar de estar distorsionada… le resulta familiar. “Si te portas bien, saldrás viva de esta”. Y un corazón que se paraliza, una mente que se abre ante millones de posibilidades, a cada cual más traumática, más cruel… más inhumana. De momento el coche se para, y se apaga la radio, última frase; “premier amour est  pour toujours”. ¿A qué le suena esa frase? Y de repente una mano que la saca agarrándola fuerte para que impida que se escape, pero con dulzura, con suavidad, con preocupación. La tiran al suelo… está húmedo y encharcado por la lluvia, es barro, pero no demasiado fangoso. Intenta quitarse la venda de los ojos… pero tiene las manos atadas. Y de momento una puerta del coche que se cierra… y pasos que se acercan a ella. Un solo hombre… un solo hombre que la secuestra y la amenaza, y a la vez la cuida. De momento, una mano en la cara… le acaricia suave, con cariño y respeto, con cuidado... con amor. Y una voz que le susurra al oído, una voz cálida pero grave a la vez. “Me recuerdas tanto a ella, esa mirada tan intensa, tus labios, tu manera de caminar” ... y antes de que le dé tiempo a pensar en nada… una mordaza que le impide gritar. Y unas manos que bajan de su cara a su cuello, y después a los hombros... unas manos que le rompen la blusa… y siguen bajando hasta tocar su sujetador… un sujetador que acaba siendo arrancado con brusquedad. Y entonces se nota el frío rozándole los pezones... un frío que se apaga cuando esas manos vuelven a tocarla. Y ella intenta gritar, y patalea... pero él la coge del pelo y le susurra al oído de nuevo; “ estate quieta… no me hagas hacer algo que no quiero” Y de repente… una falda que se baja junto a unas medias rotas, junto a unas bragas… y desnuda en mitad de donde quiera que esté, empieza a llorar. Y llora en silencio, lágrimas de dolor. Y solo sabe arrepentirse… ojalá no se hubiera ido de esa fiesta enfadada, ojalá no se hubiese puesto celosa de aquella chica y lo hubiese perdido, ojalá él, su amor, estuviera allí para defendedla  Y llora, sabe lo que viene, y ya le duele. Y siente asco por ese hombre que tiene encima y le roba la vida en cada caricia. Pero no puede hacer nada, está sola… nadie va a venir a salvarla… quizás ese hombre la mate y ya nadie sepa nunca más de ella. Y el ruido... una cremallera que se baja, y unos labios que rozan su cuello. Y ahí tirada una niña que se hace una mujer en un solo instante… y que pide a dios que se la lleve antes de que ocurra. Pero es tarde… PAM. Y una agonía que la mata por dentro cuando siente su miembro moverse dentro de ella. Y PAM. Otra vez. Y ella aprieta los dientes sobre ese trapo que tiene en la boca, y da un grito silencioso de dolor. Y llora... llora desmesuradamente mientras esos golpes en su vientre cada vez son más fuertes, con más ansias, más dolorosos, más rápidos. La coge del pelo y le tira. Ella sabe que está apunto de terminar… y no quiere salir viva de eso, no quiere recordarlo. Quiere que acabe y la mate. Pero él está allí, disfrutando encima de una niña que deja de ser alguien. Entonces siente aire en el pómulo, casi en el párpado. Se le ha levantado la venda al tirarle del pelo. Él sigue, rápido… está a punto de correrse. Ella abre un ojo, para ver si puede ver la cara del hijo de puta que le está haciendo eso. Pero no puede ver nada más que sus pies. Unos vaqueros, y unos zapatos, buenos, de marca, les recuerdan a alguien pero no puede pensar ahora mismo más en nada. Debe de ser empresario. Y de repente, allí está. Un calcetín. Y en ese momento de dolor piensa, ¿qué clase de hombre se pone unos calcetines verdes?.
Después, cierra el ojo y de momento, un quejido. Un quejido que contiene un final, un grito de placer. Todo ha acabado. Y ella, entre lágrimas y un dolor que le desgarra el alma,  aspira a que ahora, todo acabe de verdad. Entonces lo nota salir dentro de ella. De nuevo una cremallera que sube. Y otra vez ese aliento en el cuello, y esa voz que ahora, llora silenciosamente; “lo siento, lo siento de verdad pequeña”. Unos pasos que se alejan, y una mente que piensa en todo tipo de muertes “¿será una pistola?, ¿me acuchillará?, ¿me golpeará con una piedra en la cabeza?”. Pero entre tantas preguntas, no siento miedo. Solo alivio de saber que ahora, todo acabará de verdad. La puerta del coche se cierra. Deja de pensar, se centra en oír los pasos que se acercaran a ella, anunciando un adiós. Pero... no escucha nada. Y se queda quieta, silenciosamente. Oye el viento soplar y las hojas de los árboles, debe de ser un bosque. Y empieza a llover, chispea. De repente, un motor que arranca. Pisan el acelerador, y escucha como se aleja, poco a poco. Y empieza a llorar. Se ha ido. Ese monstruo que le ha robado todo, se ha ido dejando vivo en su mente ese recuerdo de como sola en mitad de la nada, le quitaban su niñez, su infancia, su felicidad. Entonces empieza a pensar en su chico. Llevará toda la noche esperándola, tendrá que tener el móvil abarrotado de mensajes y de llamadas perdidas. “Se preguntará que donde estoy, estará asustado, todos nuestros amigos estaban en la fiesta. ¿Y mamá? ¿Se podrá imaginar mamá que siempre piensa en lo peor, todo esto?..” Y en la profundidad de sus pensamientos, se queda dormida, con el frío y la lluvia rozándole el cuerpo, un cuerpo manchado por el acto más despreciable que existe, y que a ella le ha tocado asumir.
Se ha despertado. Nunca le han gustado las ambulancias por fuera, así que verse dentro de una ya, le resulta bastante repugnante. Tiene una especie de suero inyectado y una manta por encima. Una chica joven le pregunta cosas, pero ella no quiere contestar. “Está en estado de shok”. “¿Estado de shok?” Piensa. “¿Qué te contesto a cómo estoy? No estoy muerta, y esa es mi tragedia” Pero no tiene fuerzas para hablar. Le inyectan algo en el suero, y tarda poco en quedarse dormida otra vez.
Después de todos los trámites con la policía y todo tipo de pruebas en el hospital ya está en casa. Todos han ido a verla. Todos. Y él… él está casi tan dolido como ella. Su chica, su amor, la persona con la que lleva dos años compartiendo todo, con la que se ha hecho hombre, la que lo ha mimado y aguantado. La que ha hecho lo imposible para que sea feliz, está allí, con diecisiete años y una vida que se ha roto en pedazos, pedazos como los de un puzzle que ahora difícilmente podrá volver a montar. “Es fuerte. Siempre arregla ella nuestras peleas y me apoya en todo, y siempre está conmigo aunque yo a veces la dejo sola. Sola… como esa maldita noche. Pero ella es una puta piedra, está aquí. Dispuesta a continuar. Mi niña, mi princesa dispuesta a seguir adelante. Fuerte, como una mujer de hierro. Y yo fui tan miserable, que la volví a dejar sola una vez más. “.  Pero ella solo quiere estar con él. Se siente protegida, amada, y él no puede hacerle notar lo culpable que se siente de todo aquello. Se ha quedado a dormir en casa estos días, ven películas constantemente y le toca el pelo para dormirla. Lleva dos días sin hablar nada, pero al menos al él es capaz de sonreírle.
Mientras cenan en casa, todos están callados, la tele está apagada. Ella no come, solo le da vueltas con la cuchara a la sopa.
-        Deberías comer algo nena, que dejes de comer no solucionará nada.
Ella lo mira, le sonríe y asiente. Entonces le da un sorbo a la cucharada de sopa. Mamá abre la ventana, y el aire le golpea la cara. Tira la cuchara encima del plato. El aire golpeándola. Y comienza a recordar. Abre los ojos como platos, pero su mirada está perdida. No llora, no actúa. De fondo se escuchan las voces de mamá y de él “¿qué te pasa” “¿cariño?” pero no puede reaccionar. Vive cada palabra. Y entonces… ese llanto en la voz de aquel hombre... “lo siento, lo siento de verdad pequeña”. "¿Pequeña?"... y lo entiende todo. Era su primer amor, “premier amour est  pour toujours”. Lo llevaba tatuado en el pecho. Siempre le había hablado de ella. Él decía que parecía su hija en vez de la de mamá, siempre ha estado enamorado de esa mujer. Y entiende la canción, “el primer amor es para siempre”. Esos calcetines, se los regaló ella por su cumpleaños, a él no le gustaban pero a ella le encantaba el verde y le pidió por favor que se los pusiera. Esa suavidad con la que la trató, ese arrepentimiento. Sus zapatos, tiene tres pares iguales. Se los hace el hijo de  una mujer a la que lleva encargos, es zapatero. Caros, de piel. Y entonces, le rebota en la mente como una canción pegadiza… “Pequeña”. Solo una persona en este mundo la llama pequeña. Una persona que le dio la vida, y diecisiete años después se la quita. ¿Cómo ha podido estar tan ciega y no darse cuenta antes?..
Levanta la vista de la mesa. "¿Cómo ha sido capaz?". Se le llenan los ojos de lágrimas, aprieta la mandíbula. Lo sabe todo. Entonces mira a su madre;
-        - Mamá…
-        - ¿Qué pasa cariño?
-       -  ¿Dónde está papá?.

sábado, 3 de noviembre de 2012

Detalles del invierno.


¿Qué creéis que es un bar? Un sitio donde beber algo, quedar con amigos, echar unas risas y recordar algún que otro momento pasado mientras nuestro subconsciente ya planea mejorarlo en un futuro, quizás no muy lejano, quizás si, depende de la vida, del curso de las cosas, de como todo siga un camino que por otra parte, ¿quién lo marca?.
Para mi, un bar es como un autobús, o un parque, o la puerta de una discoteca, un sitio corriente que encierra en cada mirada, cada gesto, cada persona, en cada esquina, una historia diferente. Una historia que vive encerrada en el olvido, esperando ser descubierta, ser sabida, ser escrita. Esperando a que quien quiera que la descubra, la haga suya en el tiempo, en el instante, en el momento. Suya, sin más.
¿Y en ese bar? ¿Cuántas historias hay? Es mirar por la ventana y no sabéis la cantidad de cosas que me cuentan. La mirada de esa chica que mira con cierta envidia y a la vez, admiración a su amiga que a la vez besa a su novio, simulando un papel de felicidad, que... ¿Es cierto? Nadie lo sabe. Y la lluvia, esa es mi fiel aliada. Es, como yo la llamo, mi mar en plena ciudad, en pleno centro. Ella es la que me indica que pasa en la mente de ese chico que se pone la capucha de su sudadera tapando los cascos y ni siquiera se acelera al ver que se esta mojando. Sin embargo, por la acera de enfrente esa chica lleva paraguas y anda a paso ligero. ¿Quién es mejor de los dos? ¿Por qué a ese chico que cada gota le cala un poco más hondo no le importa el tiempo, la lluvia?, se inunda en la música del reproductor, y se limita a vivir… ¿Es esa chica más feliz por que detrás de cada paso en el que pierde un instante hay alguien o algo que la espera? Y si es así... ¿merece ese algo más importancia que la de ese momento en el que el agua cae del cielo y traspasa tu ropa para acariciar tu piel? No lo sé, solo sé que ese chico y esa chica que probablemente no se conozcan de nada, que probablemente se diferencien en millones de cosas, estarían interesados en mirarse uno al otro y preguntarse ¿qué es el tiempo?. Sea como sea, no hace falta irse tan lejos para descubrir una historia. Basta mirar en tu mesa. Como todos hablan, sonríen por inercia, contestan por la obligación de una costumbre, una educación, de una orden que sin querer les han implantado desde pequeño. Y se enseñan cosas, y aparentan estar contentos mientras en cada “pues yo hiceesto” hay una pelea, como cuando dos leones se enfrentan por el liderazgo de la manada, como cuando un perro orina, marcando el terreno, dejando claro quien es el alfa, quien es mejor. Al fin y al cabo, no somos más que unos animales mejor educados. Y de momento, en una conversación se desvía una mirada, se borra un instante una sonrisa o aparece de la nada en un momento de silencio. De repente la mente ya no está entrenada, el pensamiento se ha ido a otra parte, el cuerpo no reacciona. Y en ese instante de milésimas de segundo, no sabemos controlarnos, no somos dueños de nuestros actos, no somos nada. Pero allí está la gente, siguiendo su camino, su historia. Escondiendo su miedo, su normalidad, sus debilidades en un vaso de cerveza que deja un arco mojado en la mesa. Escondiendo sus ganas de estar en otro lugar, con otra persona, quizá incluso en otro momento. Y mientras tanto siguen bebiendo a cada sorbo, la misma frase que le gritan quizás a un desconocido que cada noche sueñan con conocer más. Pidiendo, suplicando siempre lo mismo en cada trago; SÁLVAME.
Y por un instante casi tan imperceptible como esa mirada desviada, reflexiono sobre la gente, sobre la vida; ¿por qué no están donde quieren? ¿Qué les hace estar aquí? Y sobre todo ¿por qué no salen a buscar esa salvación que tanto esperan?..
Un roce. Y antes de alzar la vista, ya sé lo que quiere: “Hijo de puta, me estás convirtiendo en una loca que escribe en una servilleta un montón de palabras que giran en torno a una pregunta, ¿por qué?” jaja y una sonrisa, quizás tenía razón, esto no está tan mal como parece. Y luego, fin.
Se desvanece, desaparece. Cada pensamiento, cada pregunta. Dobla la servilleta y métela en la cartera.
Y ahí, me siento la más privilegiada de ese bar, de esa ciudad, probablemente de ese mundo absurdo. Sí, yo tengo justo enfrente lo que quiero, donde quiero. Y no tengo que desviar la mirada más que unos centímetros, del papel, a sus ojos. Que ironía, ambas cosas son capaces de darme la vida y tienen el poder para quitármela, tanto el papel como sus ojos. Pero no lo puedo evitar, yo les entregué el privilegio de construirme, y el de destruirme. Y no me arrepiento. Están allí, ambos. Uno debajo de mi barbilla, encima de la mesa, y otro justo frente mía, con el mar en los ojos. Y es cuando miro el invierno que tiene ese chico en la mirada, es cuando surge. Una frase, una pregunta sin interrogación, un deseo, una afirmación. Dos palabras que hacen que al menos en 100 millones de km a la redonda, la única historia que de verdad merezca la pena sea la nuestra.
Te amo.

viernes, 26 de octubre de 2012

Propiedad de la piel.


Llueve. ¿Qué hay detrás de las gotas? No lo sé. Solo sé que las nubes envían agua de tal manera que parece que ya nunca tendrán la oportunidad de hacerlo. Y desde esta ventana, solo se ve el gris cubriendo a la ciudad. Cada árbol, cada casa, cada azotea, cada prenda que cuelga de los tendederos. Todo queda inundado por un día algo oscuro, algo diferente. Días de inicio les llamo yo. Empieza el invierno. Las gotas caen cada vez con más fuerza, como mosqueadas, pasan por mis ojos efímeras, como un rayo que en menos de un segundo, llega, destruye, y se va. Eso es, cada gota es un rayo que destruye un pensamiento, y que por consecuente construye mil más. Pero no importa, antes de darte cuenta en que gota has decidido cambiar tu vida, esta ya está mojando el suelo, o algún tejado, o el poyete de alguna ventana... o quizás algún mechón de pelo, o algún rostro. ¿Quién lo sabe? Esa gota te ha convertido en otra persona, y no has tenido tiempo de decirle nada, porque ya se ha ido. Entonces te sumerges en todo ese agua que hoy refresca el ambiente, la ciudad, las ideas, las almas... te inundas en un pensamiento tras otro. ¿Quién es él? Me pregunto. ¿Un hombre, un niño? Realmente, nunca lo he sabido. Es un extraño que no conozco, pero que a la vez miro y siento conocer desde siempre. ¿Quién es? ¿Un buen amante, un buen amigo, un buen padre? Lo único que no se le ha dado bien hasta el momento, es ser un buen pensamiento. La verdad que no es un buen pensamiento, acaba conmigo a cada instante. Veréis, él es amor odio. Es una guerra constante, es una droga, un vicio. Es algo malo, tan malo que se transforma en lo mejor que te ha sucedido en la vida. Y entre tanta lluvia, me pregunto ¿es mío?. Es libre, lo sé, pero.. ¿es mío? Yo también soy libre, y sé con certeza que soy suya, y… ¿él? No sé con exactitud que idea tengo sobre esa respuesta que, probablemente no va a llegar, me atrevería a decir que nunca, o... en demasiado tiempo. Y sonrío. Es mío, aunque sea en un solo momento. ¿Sabéis de que momento os hablo? Exacto. ¿Cómo decir esto, sin que suene mal? Bah, no importa. Adoro que me haga el amor. Me siento suya, lo siento mío. Es como cuando lo tengo a tan solo 5 centímetros de mí, lo necesito más cerca, mucho mas. Necesito sentirlo dentro, crear esa barrera que deja amurallado un lugar, un instante, un gemido, un nosotros. Sin nadie que pueda intervenir, ni en nuestra mente, ni en nuestra vida. Somos él y yo, unidos por un amor que nos mata y nos da la vida, unidos por un deseo, por las ansias, por la más bella locura que esta cosa necia y absurda llamada mundo, ha podido ver. ¿Quién es él? Un ladrón. Un ladrón que roba cada pensamiento, cada deseo, cada mordedura de labios, cada mirada. Un ladrón que se adueña de un corazón sediento que solo y únicamente, bebe de su boca. ¿Quién es él? Un asesino. Un asesino que mata la inocencia de una niña decente para convertirla en la bestia más ansiosa que se haya visto. Una bestia que quiere arañarle la espalda, morderle los labios, decidle al oído “no pares, sigue” hasta que se quede sin voz. ¿Quién es él? Un maltratador. Un maltratador que marca mi cuello con su saliva, mis pechos con sus manos. Un maltratador que deja el rastro de su pecho en mi barriga. Un maltratador que golpea, una y otra vez, cada vez más fuerte. Que te tira del pelo mientras sientes esa agresividad en tu vientre. Y te gusta. Entonces te muerde la oreja, y gime, y grita muy bajo en tu oído. Y te besa, pero no de estos besos dulces y cariñosos. Te besa como si fuera la última vez que va a tener tus labios cerca, como si no hubiera mañana. Marcando terreno, haciéndote ver que en tu vida nadie te besará igual que él, y lo sabe, y yo también lo sé. Entonces grito, grito de placer, y clavo mis dedos en su espalda, y en su pelo. Y dejo que mi lengua se pierda por sus brazos, por su cuello, por su boca. Levanto las piernas, y bailamos la coreografía más bonita del mundo, la de dos cuerpos que necesitan necesitarse. Y ambos gemimos, a la nada, al todo. Gemimos dejando que ese pequeño hilo de voz se tatúe en las paredes de esa habitación, que se grabe en el calendario, que no se pueda borrar. Y entonces, llega, más rápido, más fuerte, más intenso, más alto. Con sonido a " me voy". Y nos miramos. El suspiro final. Entonces nuestros cuerpos se relajan, como cuando escuchas música clásica, como cuando te acarician la espalda o te tocan el pelo. Cae encima de mí, y apoya la cabeza en mi hombro. Respira, y yo le seco el sudor de la frente. Y me da un beso. Ligero, suave, casi imperceptible. Se pone a mi lado en la cama. Mientras tanto yo, exhausta aún, busco sus brazos, mi refugio, mi escondite, mi fuerte. Y le doy un beso, fugaz, pasajero, entonces nos miramos ‘Te quiero’, y me sonríe. Y aunque no lo diga, yo sé que él también. Y ahí estamos, nuestra esencia, nuestro nombre, un ‘nosotros’ que se queda marcado en esas sábanas. Un nosotros sin nadie más, sin nada más. ¿Quién es él? Sonrío. Mi droga.
  - ‘Rinnnnnnnnnnng’ la campana. Joder, al carajo la clase de inglés.
-              -  ¿Te has enterado de todo?
-              - Sí, profesora.
Recoges las cosas. Entonces  miras por última vez a la ventana. Llueve. Hay niebla, casi no se ve nada. Y sales por la puerta. ¿Qué quieres? Agacho mis ojos, mientras sonrío con malicia, con ganas, decidida. Que sea mío.
-              - ¿Estás?
-              - Sí, ¿pasa algo?.
-              - Quiero hacerte el amor.

miércoles, 17 de octubre de 2012

Notas de recuerdos, melodía del pasado.


Querido amor:
Hoy, hace dos años desde la última vez que te vi. He escuchado que te va bien, estás enamorado y según dicen, se te ve feliz. Dicen que ahora sonríes con cualquier cosa, que tienes ilusión por ver el sol cada día, que llevas el pelo más corto y la cabeza más alta. Que te brillan los ojos y tu sonrisa deslumbra. Dicen que eres el que creías que no volverías a ser. Y yo, a pesar de que sé lo bien que sabes mentir, lo buen actor que eres, sonrío como una niña pequeña al pensar que esa felicidad, puede ser completamente verdad. Hoy hace dos años que mi cuerpo echa de menos tu calor, mi piel pregunta por tus manos ¿sabes? Y yo ya no sé que contestarle. Mis manos solo saben echar de menos a tu pelo, y mi mirada te busca ansiosa en los ojos del primer hombre que pasa. Mis lágrimas, las pocas que me quedan ya, solo saben salir a buscarte, a mezclarse con el aire, con la lluvia, solo quieren mojarte, solo quieren recordarte lo que un día fuimos. Y mi boca… ¡dios mío mi boca! No sabes a cuantos labios ha besado, y a pesar de ello, no es feliz sin tu aliento. Ya apenas esboza una sonrisa. Sonreír... creo que he olvidado como se hace. Dos años ya. Y sigo amándote tanto, incluso más que el primer día. Llevo encerrada en mi misma, todo este tiempo. Solo se mirar nuestras fotos, las cartas que me escribías mientras dormía y luego me dejabas a mi lado, sobre la almohada. Huelo todas las noches cada una de tus camisetas, sigo haciendo lasaña todos los sábados y veo el fútbol con la camiseta de la selección de Argentina, esa que tanto te gustaba como me quedaba. Sigo bebiendo Coca-Cola a morro de la botella, decías que adorabas eso de mí. Cuando me voy a clase, cada mañana, le doy un beso a tu foto, y cuando llego a casa lo primero que hago es encender el ordenador. No he dejado de ir al cine una vez al mes, claro que siempre eligiendo una de acción, como a ti te gustaba. Nuestra canción suena a todas horas, creo que mi reproductor empieza a quejarse, lleva 730 días  reproduciendo la misma melodía, la misma voz, una y otra vez. He estado dos años, esperando. No sé aún muy bien el qué, ni por qué. Tal vez esperando que volvieses junto a mí.
Todavía recuerdo lo felices que éramos cuando estábamos juntos. Siempre sonreíamos, siempre. Estábamos juntos para todo, nos abrazábamos y se deshacía el mundo bajo mis pies, cada día que pasaba, estaba más y más enamorada de ti. Recuerdo lo que te gustaba que me escondiese cuando llegaba antes que tú y te tapaba los ojos diciéndote “¿quién soy?” y tú, en mitad de la calle gritabas “OH DIOS. Mi princesa, dime que eres tú princesa”. Recuerdo que te volvía loco cuando te insultaba, te miraba y me iba corriendo por toda la casa, me escondía mientras tu me buscabas, y cuando me encontrabas me tirabas en el suelo para hacerme cosquillas. Y no parabas, no parabas hasta que veías que se me saltaban las lágrimas, luego te quedabas mirándome, me decías “te amo” y yo te miraba enfadada y te decía “imbécil”. Y luego, como si de dos relojes perfectamente sincronizados se tratara, sonreíamos y nos besábamos, apasionadamente, como si fuera la última vez que lo hiciésemos. Hasta nuestras peleas te gustaban, yo me ponía histérica, te gritaba. Tú apenas me echabas cuenta, me ignorabas, solo para hacerme más de rabiar. Y cuando me cansaba, me iba llorando a la calle, al portal. Me sentaba, me ponía los cascos y escuchaba nuestra canción. Entonces, mis lágrimas se secaban, mi corazón dejaba de latir como si estuviese en una carrera, y antes de que los 4 minutos de nuestra canción diesen por finalizado, ya te tenía detrás de mí, abrazándome, secándome las lágrimas y besándome.
¿Qué nos pasó? Éramos felices, nos amábamos por encima de todo. Y no me dio tiempo a ver lo que nos iba mal, cuando ya miré y llevábamos dos años separados. No tardabas ni 4 minutos en bajar la escalera y buscarme… y ahora, han pasado ya dos años. Dos años en los que cada noche me he ido a la cama preguntándome, ¿qué cojones pasó? Hubiese preferido mil veces un “ya no te amo” hasta un “me he enamorado de otra”. Una explicación que aunque no dejara de causar dolor, al menos hubiese servido para cicatrizar la herida. Pero ahora… ¿ahora qué? Eres feliz. Antes no podías estar dos días seguidos sin verme, cogías el autobús e ibas a donde fuera por verme cinco minutos. Antes, necesitabas escuchar mi voz todas las noches antes de dormirte, necesitabas que te recordarse, lo mucho que te quería. Y ahora… yo sigo esperando, muerta, muerta con el corazón latiendo con cada trozo, y los ojos abiertos… a que vuelvas. Después de dos años sin mi, sigo esperándote. ¿Me habré vuelto loca? Creo que si. Dirás… “¿Por qué después de todo, me escribes ahora?”  Tan sencillo como querer que seas el único que lo sepa. Me voy. ¿Te acuerdas cuando me sentaba en la cama a contarte que quería viajar? Tú te reías, decías que era una niña pequeña, que soñaba demasiado. Pero eso te encantaba. Siempre quería ir a lugares diferentes, conocer mundo, culturas. Solo que cuando yo lo soñaba, en todos esos viajes, venías tú conmigo. Queríamos ir a China primero, ¿recuerdas? Yo siempre te decía que no, que mejor empezar por Europa, pero tú querías ir a lo grande. Querías conocer Irlanda, Moscú, el norte de América. Los lugares fríos, la nieve, el polo norte, no querías morir sin ver la aurora boreal. Recuerdo, que siempre poníamos fotos en internet y parecías un niño pequeño que ve un almacén entero lleno de juguetes. “Iremos allí pequeño, los dos juntos, como siempre” y me besabas, y sonreías. Luego me tocaba elegir a mí. Yo era tan diferente a ti, quería conocer Brasil, Francia, Italia. Quería ir a cuba, lugares cálidos, amor, pasión.  Ahora, nada de eso será igual de emocionante si tú no estás. Pero tengo que intentarlo ¿no? Dos años es demasiado tiempo estando ausente. No sé cuando volveré, ni como, ni siquiera si volveré sola o con alguien. Estos dos años he estado rodeada de hombres de una noche, que me han llenado el cuerpo, pero me han vaciado más el alma. He tocado todo tipo de pieles y he besado todo tipo de labios. Ahora… me he cansado de refugiarme en el primero dispuesto a tocarme. Quiero volverme a enamorar, a sentirme amada, y a sentir que amo. Y aunque sé que no amaré nunca como te amo a ti, sé que encontraré a alguien que me haga feliz. Como a ti te hace feliz ella. Cuídate. Tendrás noticias de mis viajes, quizás te escriba una carta por cada uno de ellos. Sea como sea, prometo volver. Y prometo que para cuando lo haga, iré a buscarte. Te daré un abrazo y te miraré con amor, con cariño, con respeto. Con un agradecimiento eterno, por haber sido tú quien me haya enseñado a amar. Sé feliz. Ahora, solo me queda decirte algo.
Nos vemos pronto, “pequeño”.

jueves, 4 de octubre de 2012

Amor: con seis letras (parte-2)


Y va paseando sus ojos color chocolate por encima del rio. Pasa una bandada de pájaros, una enorme, de unos cien o más, que vuelan al unísono de la melodía del viento, de la sintonía del tiempo, que no saben siquiera que esa chica de ahí abajo, los está miando, admiradora de su libertad. Observa a los peces nadar, debajo del agua, felices e inconscientes, sin saber que hasta siendo ese su hogar, corren peligro. “Cuando yo sea un pez, seré el pez más listo del mar, porque seré un pez con el cerebro de un humano”, y lo peor es que ella está convencida de que así será. Desde pequeñita tenía una atracción especial por el agua, por el mar, recuerda que siempre le decía a papá “quiero ser una sirena, por favor, por favor, papá haz que sea una sirena”. Y ahora, años más tarde, sabe que sigue siendo esa niña tonta que quiere chapotear debajo del agua mientras este mundo de mierda se cae poco a poco, rompiendo los cimientos de lo que un día, se llamó felicidad y bienestar. Debajo del agua no hay complicaciones, ni dolor, ni decepciones, ni mentiras. Ahí debajo siempre se baila al ritmo de la corriente, siempre se juega y se sonríe, aunque, ahora que lo piensa ¿cómo sonreirán los peces? Da igual. Ellos nadan de un sitio para otro sin dar explicaciones, sin miedo de que sus cuerpos sigan y sus corazones se queden atados en otro lugar, en otra persona, en otra mirada que un día fue todo, y hoy ya no es la misma. Y  piensa mientras mira cada piedra de paseo, cada gota que se ha quedado estancada en el cemento del bordillo, cada arbusto donde se esconden las lagartijas y alguna que otra rata. Recuerda que hace tiempo también solía ir a ese lugar, cuando otra persona se fue por la misma puerta, la del olvido. Cuando le dijeron adiós, cuando en esa nota de despedida que nunca jamás le escribieron, volvían a decirle en silencio lo mismo: “prepárate para estar sola”. Y entonces, solo puede agachar la cabeza, esconderla entre las piernas, y romper a llorar, como cuando poco a poco quieres abrir un nudo, pero la impaciencia hace que rompas la bolsa antes, igual. Rompe a llorar, librándose de ese nudo que tiene que romperse en un solo instante, en un momento de desahogo donde la pena y el recuerdo combaten en un corazón echo añicos  como si de un ring de boxeo se tratara. Y a cada golpe, ella sangra sus heridas, en forma de agua que caen por sus ojos, heridas que se abren a cada segundo y no paran de golpear a un alma, que lleva tiempo tirada en el suelo, esperando que el hijo de puta del árbitro, cuente esos diez. Y así está llorando como si esa, fuera la única vez que pudiese hacerlo. Llorar pensando en todo, y a la vez en nada, llorar mientras saborea el amargo gusto, que deja el desamor. Llorar, y sentirse sola, y saber que no puede quejarse, ni reclamar. Eso sin duda es lo peor, que esa chica sabe que en la oficina del amor, jamás hay hojas de reclamaciones, o devoluciones. Ni siquiera atención al cliente, llegas, firmas, te arriesgas, pierdes… y adiós. ¿Y acaso importa que te cueste respirar o que no tengas ganas de seguir? ¿Importa que estés ahí, con el alma en decadencia y el espíritu medio muerto, esperando un abrazo que no va a llegar? “Muchos lo han pasado y no se han muerto”. Esa es la única respuesta válida que le han dado, ¿quieres llorar? Adelante, pero eso no importa, porque mañana tendrás que volver a despertarte, mirar al techo, y aún sin ganas enfrentarte al mundo, sola. Tú sola, haciendo ver a los demás que has olvidado que un día, alguien estaba cogiendo tu mano, por si caías. Haciendo ver que no tienes problemas y que para ti no existe el dolor, cuando él ha escrito parte de la historia de tu vida. Pero ella levanta la vista del suelo, y vuelve a mirar a ese río que sigue su curso, llevándose con la corriente las penas de las miles de personas que abrán ido a su orilla, a pedirle cariño y clemencia. El sol se esconde entre árboles y edificios, y hay 4 colores en el cielo. Cuatro colores... ¿a qué ojos le recuerda a ella esa frase, “cuatro colores”? ¿Está claro, no? Eran sus cuatro colores favoritos: el amarillo del contorno, el verde que venía antes de ese azul inmenso, y por último ese gris que rodeaba la pupila. Sin duda, esos cuatro colores eran sus favoritos, esos ojos eran su preferido, sin dudarlo ¿Y ahora? ¿Se supone que tienen que dejar de serlo, no? Y con otra lágrima golpeando su mejilla, ve que unos patos la miran. Espectadores, inocentes. Grandes desconocidos que intentan entender quien es esa chica, y qué hace con la cara mojada, los ojos rojos y dejándose la vida en esa libreta color naranja. Buscando el brillo que tenía en ellos hace 4 días y buscándolo a él. Y ella se ríe, y piensa “ojalá tengáis suerte y lo encontréis, porque yo cada día que pasa, lo pierdo más”. Entonces uno parpa por última vez “cua, cua” y se van, se van sin mirar atrás. Ella cierra los ojos y recuerda: “Mira al cielo cada noche, y cuenta tres segundos. Pide lo que quieras, con toda tu alma, y entonces, el cielo te lo dará” Y cuando abre los ojos, sonríe. Vuelve a mirar el río, tan cría y tan mujer a la vez, tan confundida y con todo tan claro. Lo vuelve a mirar con el dolor de su corazón, con esa canción triste que canta su silencio, que la castiga a cada segundo, que lleva en cada nota el peso de un recuerdo diferente. Pero hay algo que no la quiere abandonar, esa maldita fe que quizás sea la causante de que esté ahí sentada. Así que sonríe, con fe, esperanza e ilusión, una vez más. Mira fijamente al cielo, levanta su barbilla y clava los ojos entre el morado y el naranja de ahí arriba. Sabe lo que quiere pedir. Sabe que ella puede conseguirlo todo, todo, excepto una cosa, que si depende del cielo. Una niña, tres segundos y un deseo “por favor, quiero ser un pez”.

sábado, 29 de septiembre de 2012

Felicidades papá.


¿Qué se siente? Me pregunto cada noche cuando miro al cielo y la luna parece una muda y clara oyente. ¿Qué se siente, padre, qué se siente?  ¿Dónde estás, y... por qué? ¿Qué hiciste mal? Creo que yo lo sé. Tanta fe, tanta esperanza, se acumularon como una gran bola de papel, que acabamos tirando al retrete, esa noche, ese dieciocho de septiembre, ilusiones, planes y futuro, que decían adiós con la melodía más amarga que puede escuchar alguien: la melodía de ese último suspiro, que dice adiós. A veces pienso que se ha congelado el tiempo, que ha pasado todo, y a  la vez nada, que sigues aquí. Otras en cambio pienso que te fuiste antes de que tu corazón decidiera no volver a latir. ¿Qué se siente papá? Porque yo ni siquiera sé si siento. No has terminado de vernos crecer, de vernos ser alguien, de vernos avanzar y escoger nuestros caminos, quizás acertados, quizás equivocados, ¿qué más da? No has visto como la lluvia borraba huellas y el tiempo las ha consolidado, como si fuesen marcas en el cemento. ¿Qué se siente al ser esa corriente de ausencia que deja una estela de dolor y recuerdos? ¿Te ha merecido la pena? No has conocido a mi primer amor, quizás ni sepas que me he enamorado. No has visto como he abandonado lugares de un portazo, ni como he permanecido en otros con lágrimas en los ojos. No has visto como he retomado sendas ni como he cerrado caminos, como he abierto metas ni he creado sueños. No sabes ya lo que es que el sol te queme, que la luz te despierte por las mañanas, ni siquiera recordaras el sonido del mar rompiendo en la orilla, ese sonido que tanto nos gustaba. Seguro que no te acuerdas del olor a campo mojado, de los despertares de enero con las nubes y el sol escondido entre ellas, como principales guardianes del océano. Seguro que ya has olvidado ese baile que el viento hacía bailar a las cañas, postradas en la playa. ¿Y de los castillos de arena? De horas de trabajo para que luego él viniese a saltar encima y lo destrozase todo. Él... ¿te acuerdas de él papá? Porque yo cada día que me despierto y lo veo dormir en la cama, siento miedo. Crece, y a cada momento es alguien diferente, sin dejar de ser él. Y me pregunto a veces ¿quién será? ¿Qué hará? ¿En qué se convertirá? Mi amigo, mi niño pequeño, mi hermano... ¿Y de ella? ¿La recuerdas? Sí, lo sé. Quizás, de ella es de la que más te acuerdes ¿verdad? ¿Qué se siente papá?  Cuarenta y dos años. ¿Te acuerda del sabor de la tarta? De nata y yema, como siempre  ¿Y de como se soplan las velas? ¿Y de como se abre un regalo? Con impaciencia e ilusión  No te preocupes, no llores, no estés mal. Para eso estoy yo aquí, para recordártelo todo, para hacerte sonreír. Me he enamorado, él es maravilloso, ojalá lo conocieses. Es simpático, guapo, cariñoso, tiene carácter, pero es la mejor persona que he conocido nunca, la mejor, papá. Es tan distinto, tan diferente a todos, tan impredecible. Una sorpresa constante, tiene en la cara escrita la palabra "ilusión", ¿sabes por qué? Porque es mi ilusión, la de levantarme cada mañana, la de echarme a caminar, la de sonreír. Es increíble, de distinta forma, pero increíble; como lo eras tú. Todos seguimos juntos, con peleas y disputas, pero juntos, haciendo eco en el mundo del gran significado de esa palabra que llena corazones y vidas: familia. El mar sigue bravo, siendo mi fiel compañero, siendo mi lugar, siendo mi verdadero hogar. Las cañas siguen bailando al ritmo del viento, y el cascabel sigue sonando de vez en cuando. Las olas siguen haciendo su música junto a las piedras de la orilla, y los castillos de arena siguen siendo el pasatiempo de los veranos. Ella ha cambiado, como todos supongo. Pero sigue ahí, de una manera u otra, se esfuerza y lucha. Sigue siendo mamá. Y él... te echa demasiado de menos. En cada silencio cuando se menciona tu nombre, y en cada sonrisa al recordar un buen momento. Te echa de menos con el brillo de sus ojos cuando ve una foto, y con la fuerza de su voz... cuando dice "papá". Sigues siendo su loco, complicado y maravilloso guardián, su compañero, su amigo, su colega... su padre. En cuanto a la tarta sigue siendo dulce y yo sigo teniendo que soplar dos veces para apagar todas las velas. Todo ha cambiado brutalmente, pero las cosas importantes, siguen siendo igual. Seguimos siendo una familia, seguimos juntos, los cuatro, contigo también. Seguimos siendo grandes, seguimos siendo tú. Y no estés triste papá, no llores si no recuerdas ciertas cosas. Para eso estamos, para eso estoy, para recordarte las veces que haga falta como es el mundo, como es nuestro mundo, y como tú sigues formando parte de él. Bienvenido papá. Bienvenido un año más al  recuerdo, a los cambios, a los sentimientos, al amor. Bienvenido a la vida, a casa, a tu hogar. Un año más, felicidades.

martes, 25 de septiembre de 2012

Dos de felicidad para llevar, por favor.

Efímera. Así definiría yo la felicidad con certeza. Efímera, brusca y radical. Extremista, de todo o nada, y con tendencia a desaparecer cuando menos lo esperas. ¿Quién soy? ¿Acaso no os lo habéis preguntado nunca? Yo sí. ¿Por qué hago cosas de las que me arrepiento? ¿Y esta manía de luchar siempre, pase lo que pase, de dónde viene? ¿Será tal vez porque nunca nadie ha luchado por mi? ¿Quiero demostrar algo? Y si es así, ¿a quién? ¿a ellos? ¿O a mi misma? Que más da lo que sea.
Mil caras. Sí, la chica de las mil caras, así me definía una persona que a decir verdad, aún no sé si ha hecho más mal o más bien en mi vida, supongo que no me importa teniendo en cuenta que es la que más ha hecho por mi ¿no? La sangre, o eso dicen. ¿Soy libre? Aún no lo se. Quizás si, quizás pueda coger cuatro trapos en una mochila y no decir siquiera un triste "Adiós". Pero.. ¿y mi corazón? ¿es libre? A veces lo dudo. ¿Quiero ser libre? Porque la libertad implica una cierta ignorancia a cosas... que un día te hicieron vivir. ¿Quiero desprenderme de esas cosas? ¿Ignorarlas, olvidadlas? Siempre soy yo, dentro de las mil caras, pero.. ¿Quiero que eso lo sepa alguien? Quizás la pregunta correcta no es quienes somos, sino.. ¿Qué queremos? ¿Ser felices? yo creo que la felicidad es un termino demasiado usual como para centrar algo tan valioso e importante como nuestra propia vida en ella. No sé, puede que andemos tan directos en la dirección de una felicidad genérica, que nos olvidamos de los detalles, de esas cosas que sin darte cuenta hacen mella en el alma, y aunque sea por un solo segundo, te hace replantearte muchas cosas.
 ¿Por qué no nos vale con esa sonrisa que nos sale de dentro, cuando estamos dando clase y de repente aparece ese número que ha marcado un capítulo importante en tu vida? Esa sonrisa, de 3 segundos, es felicidad. Pero nosotros, inconformistas, no nos damos por satisfechos con eso ¿verdad?. En el fondo queremos cosas simples, solo que las adjuntamos a una palabra demasiado grande, demasiado épica, y ¿por qué no? demasiado típica. Y en el fondo, solo queremos un "y yo" como respuesta a un te quiero, un "buenas noches, que descanses" antes de dormir. Estamos deseando llegar a casa y encontrarnos un "¿Cómo te ha ido el día?" o un simple "¿Estás bien?". Solo queremos alguien que sepa cuando darte un abrazo y felicitarte, y cuando no sentirse orgullosos de ti y decírtelo. Alguien que sepa abrirte la mente, el alma, el corazón, y ¿para qué mentir? también las piernas. Alguien que te coma a besos y te duerma a caricias, alguien que no le haga falta decirle por qué estás mal, antes de que te esté contestando "ven conmigo, pasa de todos". Alguien que te tire del pelo cuando estas despistada, que te tape los ojos cuando venga por detrás, que te ponga un mote cariñoso y te haga cosquillas para hacerte rabiar. Queremos a alguien con quien discutir y desahogarnos y antes de decir "¿por qué?" sea el primero que esté a nuestro lado, apoyándonos hasta el final. Queremos a alguien para lo bueno y lo malo, incondicionalmente. Todos queremos un mensaje en mitad de la noche con un "estoy pensando en ti", un "te echo de menos" después de 3 días sin veros, un "eres preciosa" cuando ve una foto tuya. Saber que le importamos a alguien. ¿Qué queremos? ¿Felicidad? ¿Y eso que es? ¿Cuántas veces os pregunta vuestra mejor amiga como estáis, o vuestra madre como os ha ido el día?¿ Cuántas veces vuestro hermano os tira del pelo? ¿Por qué eso no os sirve? Decidme. Felicidad, ¿qué cojones es eso? Una mísera palabra de nueve letras que con el tiempo, ha perdido todo su significado moral. Felicidad es despertar cada día por la mañana y decir, "merece la pena levantarse". Felicidad es poder dormir tranquila sabiendo que al despertar, habrá alguien. Para muchos la felicidad no es más que una meta, una expectativa.Y no, la felicidad es un modo de pensar, de ver las cosas, de sentir. Es una libertad a medias, es una sonrisa, son las galletas de la abuela y las comidas familiares de los domingos. La primera palabra de tu primo pequeño y las anécdotas del abuelo. Los chistes de papá y los consejos de mamá. Los cuentos que nos lee nuestro hermano mayor por la noche, y el "muchas gracias" de un compañero de clase cuando le prestamos los apuntes. ¿Por qué no podemos verlo? Eso es felicidad. FELICIDAD. De la de verdad, de la que llena el alma y enciende el corazón. De la que te despierta, de la que te enseña.. de la que nunca se va, por más que te empeñes en ver otra cosa. Felicidad, de la más pura que existe. La felicidad de poder ver la luna esta noche. De saber lo que es mojarte con la lluvia y quemarte por el sol. De saber lo que es el amor, la amistad, el cariño e incluso el propio desprecio. De saber que a pesar de miles de piedras sigues en pié, de la fuerza, la valentía. La felicidad de saber que mañana me seguirá mereciendo la pena abrir los ojos a pesar de las adversidades. Esa es la verdadera felicidad, aprender. Y hoy doy gracias por haber aprendido, aprender a conformarme con eso, a valorar lo más importante que puede tener alguien en el mundo. La felicidad más plena que existe; la felicidad de seguir viva.

sábado, 15 de septiembre de 2012

Vestidos de cobardes.

Amantes. Amantes que se aman, pero que no deben amarse. ¿Querer o deber? A veces hay que elegir, tomar decisiones, seguir ciertos caminos. La vida es por norma, para las cosas del corazón, extremista. De derechas o de izquierdas, blanco o negro, ahora o nunca. Y el corazón.. ¿qué sabrá el de extremos? Si es solo una pequeña bola que a menudo comete errores, y aciertos. Él no es mas que un ciego irresponsable que se mueve al sonido de las hojas de los árboles que mueve el viento. Él no es más que un sordo que se enamora de música, palabras, promesas y sueños. Es una víctima culpable, es la verdad más mentirosa, no es más que un vaso en la cubertería de la vida, un vaso necesario para beber que alguna vez se rompe y corta, que hace daño, que provoca heridas y dibuja recuerdos que ahogan al alma en esa pregunta tan absurda e imprescindible que cada noche tortura a la mayoría de las mentes; ¿Por qué?.
Amantes, amantes con corazones mudos que se hablan a gritos en mitad del silencio, amantes que disfrazan sus ganas entre miradas, sonrisas y besos, que no entienden de culpabilidad ni deber. Pues el corazón es de los pocos, al que no se le pueden imponer leyes. Amantes que la vida puso en caminos distintos, amantes con rutas que la vida les ha trazado. Amantes que se han encontrado en el claro de un bosque profundo donde la rutina y la desesperación, han sembrado sus semillas dejando crecer en dos personas que un día el uno para el otro no fueron "nada", ese árbol de hojas secas y frutos amargos, llamado infelicidad. Deseos que corren por la piel de una mujer centrada en que su libertad, es vivir atada a órdenes directas de quien no vive su vida, de quien no se preocupa por hacerla cada noche sonreír. Una mujer que vio en los ojos de un hombre, su vía de escape. Y fue allí, en esos ojos color otoño de ese hombre con sonrisa húmeda, palabras embrujadas y corazón caliente, donde por primera vez en muchísimo tiempo, dejo de preguntarse por que. Y, ¿sueños? ¿qué hay de los sueños? De los sueños de un hombre que la vida ha echo más mayor de lo que es, de un hombre que se apaga un poco más cada amanecer, de un hombre que vive para los demás. ¿Qué hay de sus ganas de abrazarla, de sentirla dentro, de amarla? ¿Acaso no importa como él divaga entre la vida y la muerte cada vez que mira y ve la esperanza en los ojos de esa muchacha que le sonríe callada, mientras le suplica que la salve? Se amaban. Estaban enamorados, y probablemente, aún lo estén. ¿Sabéis? El que dirán los demás es algo que te encierra en una prisión de papel. de las que pocos son capaces de escapar. Te ahoga en un mar de dudas, y sobre todo, la conciencia. Ese maldito que dirán que manipula a la conciencia como quiere y cada día la amenaza; "no dormirás tranquila si me abandonas en la carretera solitaria de la indiferencia". ¿Valor o miedo? A veces hay pulsos en los que no se sabe quien ganará, este es uno de ellos. ¿Y ahora? ¿Qué será de la vida de esa chica que durante ciertos meses andaba a su casa haciendo más largo el camino mientras dejaba escapar por su boca ilusiones y felicidad que alguien que de verdad la amaba por lo que era, y no por lo que le daba, escuchaba detrás de ese teléfono que separaba dos vidas distintas que se unieron buscando refugio la una en la otra?. Nadie lo sabe aún. Solo que esos amantes que morían por vivir siendo solo una persona, siguieron sus caminos separados, por la senda difícil y cruel de la vida. Y ahí intervino esa bola que había cometido tantos errores. Gritó a ese hombre en una calma inmensa y un silencio abrumador que solo él era capaz de escuchar, eso que tanto tiempo, sin querer, esperó a oír; "Vete, este no es tu camino. Y esta vez, estoy acertando". Y acertó. ¿Creéis que ella ha escuchado a su corazón? ¿Creéis que lo ha ignorado solo por ese maldito embustero del "que dirán"? Siempre será un misterio. Lo que si es seguro, que cada noche, cuando se acuesta y abraza al hombre equivocado, cuando cierra los ojos, recuerda. Recuerda una broma constante que un día se hace realidad, recuerda una canción que marca un momento en su vida, como la tinta marca imborrable el papel. Recuerda un número escrito en un trozo de papel que podría estar premiado. Un número que simboliza eso que aún nadie le había dicho, "pase lo que pase, mi mayor premio, has sido y siempre serás tú". Recuerda cada paseo, cada mirada, cada conversación. Cada plan, cada sonrisa sentada en ese mostrador solo pensando que un día todo, podría ser de verdad. Algo más que una historia que una mente ilusionada y un corazón deseoso pueden crear.. Y cuando abre los ojos cada mañana, y ve que despierta al lado de un hombre al que amó, pero al que ya no ama ni  podrá amar nunca más.. agachará la cabeza y volverá a ese mismo camino que la lleva a recoger los frutos de ese árbol que crece en su interior. Ese camino en el que él no aparece, ese camino desviado. Y cuando está a solas, levanta su cabeza agachada, y, casi sin querer, se le resbala una lágrima por la mejilla. Se toca el corazón, respira, y se dice en silencio "¿me estoy equivocando?" Pero antes de preguntar, ya se ha respondido sola. Y ahí está esa diminuta bola, repitiéndole cada día a gritos en mitad de su silencio, lo tonta que es, por hacerse prisionera del "que dirán" e ignorar al único que tiene derecho y poder para guiarla; el  verdadero amor.

domingo, 9 de septiembre de 2012

Imparable

¿Cómo definir la vida? Eso es lo que se pregunta sentada en la orilla. ¿Qué podríamos decir de ella? La verdad que nunca se lo ha preguntado. Pero hoy, tiene un día de esos en los que sabe que va a pasar, antes de que pase. Podríamos decir que aún sin llegar al final, ella ya sabe los créditos de la película: "Gracias por todo, te quiero, pero adiós". Sonríe. "Lo sabía" se dice así misma. "Le dije que se cansaría de mí antes de lo que él esperaba". Mira a la arena, y escribe esa palabra. Luego, llega una ola, sin avisar, silenciosa y morbosa, y se la lleva, se la arranca del borde de los pies. Afirmándole, gritándole silenciosamente en cada gota de ese agua salada lo que ella ya viene sabiendo desde hace días; "prepárate a sufrir". Mira como la ola rompe, y se lleva lo que le queda de ese amor, esa palabra, y piensa "¿Esto es la vida? ¿Una ola?" Agacha la cabeza, y rompe a llorar. "¿Qué es la vida?" No le importa. "¿Qué más da?" Se pregunta ella. Unos la ven efímera, otros lenta, otros repleta de felicidad y otro solo ven en ella dolor y amargura, y un castigo impuesto por algún ser superior, lleno de rencor por no haber cumplido una de las leyes que un día impuso a los que él mismo, quiso llamar "libres". Entonces ve pasar a un chico. Algo mayor que ella, va corriendo por la orilla, parece ir concentrado, decidido. Parece seguro de lo que quiere. Entonces, descubre un juego. Un juego que la evade de su dolor durante unos segundos; "¿Qué es para los demás la vida?".
Quizás para esa mujer de la pamela y el tanga sea algo corto que hay que vivir sin tapujos, complejos ni explicaciones. Quizás lo que la lleve a tener casi 80 años y estar así vestida (si es que a eso se le puede llamar estar vestida) en la playa, sea un dolor que ha cesado, una herida que ha cicatrizado después de una vida basada en la sumisión y esclavitud del "que dirán" de los demás. Quizás ahora, con la muerte acechando y el temor de no levantarse mañana, sea cuando de verdad es libre. Quizás ahora, cuando todos pasan, la miran y se ríen cabizbajos, es cuando de verdad ella es feliz. 
¿Y el chico que corría por la orilla? ¿Que será para él la vida? Seguramente no tenga aún un período de tiempo ajustado y preciso para describirla. Quizás sea deportista, eso parecía al menos. Iba concentrado, seguro, sin mirar alrededor, sudando pero sin refrescarse en el agua, profundizado en el océano de una meta, de una expectativa por cumplir, quizás de un peldaño más que subir, para llegar a un posible sueño. Puede que vea la vida como una carrera de obstáculos, de pruebas que superar, de metas y competencia, de victorias y aprendizaje. A lo mejor a ese chico no le importa cuán larga o corta se la vida, y sólo quiera vivirla para lograr una sola cosa; "ser el mejor".
¿Y ese niño del agua? ¿Qué pensará de la vida? ¿Sabrá lo que es? ¿Se hará una idea? ¿O pensará que es tan fácil como montarse en esa barca de plástico, y remar con las manos un poco más a lo hondo, para que luego papá vaya corriendo a buscarlo y a hacerle cosquillas como "castigo" por hacer una trastada?.. 
Papá, he dicho papá. ¿Y él? ¿Qué pensará papá de la vida ahora que ya no la tiene? ¿Qué le diría a su niña? Jaja, me lo puedo imaginar ¿no?.
Ahora mira al mar, "¿dónde se habrá ido esa palabra? ¿Qué estará haciendo él? ¿Pensará en mi? No lo creo, es temprano, aún estará dormido. ¿Qué estará soñando? ¿Estará igual de guapo que siempre? ¿Me echará de menos? ¿Me seguirá amando?" y de momento otra ola que le rompe en los pies, una ola que la moja y la hace estremecer. Un escalofrío, una invitación informal a inundar su cuerpo y sus pensamientos en ese lugar al que a su punto de vista, ha pertenecido siempre. El mar.Y entonces se pone de pié, y antes de profundizar en el agua, sonríe. "Una ola, sin duda, la vida es una ola". Y se sumerge, ¿en busca de esa palabra? tal vez. Pero se sumerge en esa piscina gigante llena de tesoros, sueños, besos, amor y muerte. En el lugar más peligroso para muchos, en el que un día será principal causante del fin de la existencia humana para otros. Pero entonces saca su cabeza, se retira un mechón de pelo mojado de la cara, y mira hacia arriba. Siete colores, no falla. Y el sol, que deja un camino de luz en ese espejo del cielo, un camino que lleva a infinitas partes, un camino sin fin. Y sonríe, mientras llora. Lo va a echar de menos, mucho de menos. Porque para ella él, era como el mar. Para muchos una copa envenenada, para otros el principal causante de su fin. Pero para ella, no era más que su vida, su ola. Sí, sin duda él era como el mar para ella. No le veía el peligro,el dolor, el riesgo. Él no era más que su hogar.

viernes, 7 de septiembre de 2012

Amor: con seis letras. (parte-1)

Ahora, solo me queda escribirte aquí. Digamos que lo que antes te decía mirándote a los ojos o escribiéndolo en una carta que te dejaría encima de tu cama, a la que llegarías mediante un juego absurdo de niños, escondiendo papelitos con pistas por toda la casa. Pistas que te llevaban a mi vida, a mi mundo, a mi amor, a mis ganas. Pistas que te acercaban cada vez más a entrar a ese lugar del que queriendo o sin querer, te hiciste dueño y señor. Ese que se esconde en el pecho y ahora que no estás, parece haber cesado sus latidos. Ahora, solo aquí puedo contarte lo que siento, pienso y quiero, aunque teniendo en cuenta a quien va dirigido este texto, tu todo eso ya lo sabes, lo sabes desde siempre. Podría inundarte a recuerdos maravillosos, que tal vez te hagan sonreír, recuerdos en una playa alejados del mundo, en la puerta de una azotea, de un bloque lleno de vecinos, escondidos y enamorados. Recuerdos de una niña idiota que corre a la puerta de una iglesia para encontrarse con lo que más quiere en el mundo. Recuerdos que ahora se escriben en un trozo de papel, y nos disponemos a guardar en esa caja, junto a los otros papeles que han formado parte del libro de nuestra vida, un libro que ya, no vamos a escribir juntos. Me has enseñado a amar y lo que es el amor, lo que vale la gente, la vida, la propia felicidad. Me has enseñado como dos seres tan diferentes, se pueden llegar a amar hasta tal punto, de parecer un amor increíble. Y ojalá pudiese odiarte. Te lo digo de corazón, ojalá pudiese odiarte, pensar en ti y que me llegues a dar asco y repugnancia, tener claro que a pesar del dolor, no volvería a besarte nunca más. Pero lo cierto es que solo se pensar en la última vez que tu piel fue mi piel, que tu boca fue mi boca, la última vez que fuimos nosotros. Y no un triste "tú y yo". ¿Recuerdas cuando te pedía que pararas el tiempo? ¿Por qué no lo hiciste? Dime.. ¿por qué no lo paraste justo en esa parada de autobús, cuando aún podíamos estar juntos, cuando aún podía despertarme cada mañana contigo al otro lado de la cama? ¿Por qué no lo paraste ahí, cuando nuestros sueños entrelazaban nuestros caminos, haciéndolo uno solo? ¿Por qué?.. ¿Lo recuerdas? Sigo odiando esa pregunta. Quizás ahora la odie con todas mis fuerzas, con cada resquicio de este estúpido corazón echo añizcos.. la odio. Pero en la vida no hay tiempo para "ojalases". Has decidido tu camino, has afrontado las dificultades y ahora, eres feliz. Al menos en gran parte, y aunque no me acuesto feliz, al menos lo hago tranquila. ¿Cuándo volveré a escribirte? Mañana, dentro de un mes, un año tal vez. No lo sé. Pero espero que cuando lo vuelva a hacer, mi dolor, el dolor de un amor que se ha roto, haya merecido la pena, para que cada noche al acostarte, lo hagas teniendo eso tan bonito que no todos tenemos el placer de tener siempre; "las ganas de levantarte al día siguiente de la cama". Suerte amor, suerte, y gracias. Te amo y te amaré siempre.