Verdes.
Como una manzana, como el icono de Spotify, como las hojas de los árboles en primavera.
Como una iguana, o como una rodaja de pepinillo. Y solo puede preguntarse una
cosa.. ¿Qué clase de hombre se pone con esos zapatos unos calcetines verdes?
Diciembre.
Siempre le ha gustado esa fecha, adora la Navidad. Las calles están llenas de
adornos y las tiendas de gente. Huele a castañas asadas en la avenida y los
escaparates están llenos juguetes. Hay siempre un Papá Noél en el centro
comercial, y los pajes de los Reyes Magos van a recoger las cartas de los niños.
Huele a turrón y a polvorones. A ilusión, a expectativas, a aspiraciones, a
cambio. Huele a nuevo, huele a humanidad, a amor y compasión. Huele a Navidad,
a su querida Navidad. Lo que más le gusta de la Navidad es pasear con su chico
por las calles, pararse en todas las tiendas y decirse mutuamente lo que se van
a regalar por reyes. Le gusta que la deje en una esquina y aparezca con un
cartucho de esas castañas asadas que le encantan, pero que luego nunca puede
pelar sola. Le gustan los gorritos que él se pone para hacerla reír, y las
luces de los árboles. Y la cara de la gente. Todos sonríen, todos parecen
felices, y aunque al llegar a casa no lo sean, en ese instante en el que escuchan
a la gente cantar villancicos en la calle o ven el juguete que quieren sus
hijos o huelen a buñuelos, en ese momento, durante un solo instante, son
felices. Y eso a ella le encanta.
“En
casa nos gusta a todos la Navidad excepto a mamá. En realidad a mamá no le
gustan las fiestas, siempre piensa en el dinero que se gasta, en la comida que
se tira, en las visitas, en la ropa… nunca puede ver la parte bonita de las
cosas, y eso es molesto. Pero creo que mi madre es de esas personas que aunque
no les gusta la navidad, cuando pasean por la calle y ven los belenes vivientes
y los niños con los ojos como platos y las caras pegadas a los escaparates,
sonríe. A papá siempre le ha encantado, él es como yo, un soñador, un enamorado
de la vida, y de la navidad. Y al pequeño le encanta, aunque su época favorita
es la de todos los niños a su edad supongo, ¿no? Los Reyes. Recuerdo que en
casa siempre hemos estado muy unidos, sobre todo en navidad. Mamá nos compra
ropa y papá cocina y como trabaja en una empresa de embutidos nos trae siempre
jamón y chorizo. Las titas y primas vienen a casa a comer turrón y beber
champán. Y se cantan villancicos y nos hacemos muchísimas fotos. La Navidad es
sin duda mi época favorita del año, lo era al menos, hasta esa noche.”
Camina
lentamente, bajo un cielo casi rojo, que está a punto de exponer su furia ante nosotros,
en forma de lluvia. Camina con la cabeza agachada, la pintura corrida de las
lágrimas, las medias rotas y los tacones en la mano. Camina en la oscuridad de
una noche de Diciembre que lleva con ella alcohol, algún que otro porro,
música, gente… y un desamor. Y piensa en él, en su chico, en cada beso, en cada
caricia que se han dado, en cada plan que tenían pensado… piensa en sus ojos,
en su sonrisa, en su forma de tocarla y de quererla. Piensa en cuanto lo ama,
en cuanto lo necesita… y sabe que lo acaba de perder por una tontería. Y ahí
están, ella y sus diecisiete años caminando a solas por la ciudad, por la
noche, por el peligro. Entonces se para, le suena el móvil, un mensaje. Y lo
abre con miedo pero con ganas, con prisas, con ilusión. Es él. Abrir; “Tengo
que hablar contigo, llega a casa cuanto antes por favor, es muy tarde para que
estés por ahí sola. Te quiero.” Y de pronto sonríe, se seca la cara y cierra
los ojos, un instante, una milésima de segundo... lo suficiente para que toda
la emoción que contiene su cuerpo, su mente, su alma… se desvanezca en el más
miserable de los hechos.
Tiene
los ojos vendados y nota que se mueve, va en un coche... pide ayuda, llora y
patalea.. pero es inútil, no se oye nada más que una emisora de radio con una
canción en francés.. “¿una canción en francés? Menuda gilipollez.” De momento,
una voz... una voz que a pesar de estar distorsionada… le resulta familiar. “Si
te portas bien, saldrás viva de esta”. Y un corazón que se paraliza, una mente
que se abre ante millones de posibilidades, a cada cual más traumática, más
cruel… más inhumana. De momento el coche se para, y se apaga la radio, última
frase; “premier amour est pour toujours”.
¿A qué le suena esa frase? Y de repente una mano que la saca agarrándola fuerte
para que impida que se escape, pero con dulzura, con suavidad, con
preocupación. La tiran al suelo… está húmedo y encharcado por la lluvia, es
barro, pero no demasiado fangoso. Intenta quitarse la venda de los ojos… pero
tiene las manos atadas. Y de momento una puerta del coche que se cierra… y
pasos que se acercan a ella. Un solo hombre… un solo hombre que la secuestra y
la amenaza, y a la vez la cuida. De momento, una mano en la cara… le acaricia
suave, con cariño y respeto, con cuidado... con amor. Y una voz que le susurra
al oído, una voz cálida pero grave a la vez. “Me recuerdas tanto a ella, esa
mirada tan intensa, tus labios, tu manera de caminar” ... y antes de que le dé
tiempo a pensar en nada… una mordaza que le impide gritar. Y unas manos que
bajan de su cara a su cuello, y después a los hombros... unas manos que le
rompen la blusa… y siguen bajando hasta tocar su sujetador… un sujetador que
acaba siendo arrancado con brusquedad. Y entonces se nota el frío rozándole los
pezones... un frío que se apaga cuando esas manos vuelven a tocarla. Y ella
intenta gritar, y patalea... pero él la coge del pelo y le susurra al oído de
nuevo; “ estate quieta… no me hagas hacer algo que no quiero” Y de repente… una
falda que se baja junto a unas medias rotas, junto a unas bragas… y desnuda en
mitad de donde quiera que esté, empieza a llorar. Y llora en silencio, lágrimas
de dolor. Y solo sabe arrepentirse… ojalá no se hubiera ido de esa fiesta
enfadada, ojalá no se hubiese puesto celosa de aquella chica y lo hubiese
perdido, ojalá él, su amor, estuviera allí para defendedla Y llora, sabe lo
que viene, y ya le duele. Y siente asco por ese hombre que tiene encima y le
roba la vida en cada caricia. Pero no puede hacer nada, está sola… nadie va a
venir a salvarla… quizás ese hombre la mate y ya nadie sepa nunca más de ella.
Y el ruido... una cremallera que se baja, y unos labios que rozan su cuello. Y ahí
tirada una niña que se hace una mujer en un solo instante… y que pide a dios
que se la lleve antes de que ocurra. Pero es tarde… PAM. Y una agonía que la
mata por dentro cuando siente su miembro moverse dentro de ella. Y PAM. Otra vez.
Y ella aprieta los dientes sobre ese trapo que tiene en la boca, y da un grito
silencioso de dolor. Y llora... llora desmesuradamente mientras esos golpes en
su vientre cada vez son más fuertes, con más ansias, más dolorosos, más
rápidos. La coge del pelo y le tira. Ella sabe que está apunto de terminar… y
no quiere salir viva de eso, no quiere recordarlo. Quiere que acabe y la mate.
Pero él está allí, disfrutando encima de una niña que deja de ser alguien. Entonces
siente aire en el pómulo, casi en el párpado. Se le ha levantado la venda al
tirarle del pelo. Él sigue, rápido… está a punto de correrse. Ella abre un ojo,
para ver si puede ver la cara del hijo de puta que le está haciendo eso. Pero
no puede ver nada más que sus pies. Unos vaqueros, y unos zapatos, buenos, de
marca, les recuerdan a alguien pero no puede pensar ahora mismo más en nada. Debe
de ser empresario. Y de repente, allí está. Un calcetín. Y en ese momento de
dolor piensa, ¿qué clase de hombre se pone unos calcetines verdes?.
Después,
cierra el ojo y de momento, un quejido. Un quejido que contiene un final, un
grito de placer. Todo ha acabado. Y ella, entre lágrimas y un dolor que le
desgarra el alma, aspira a que ahora,
todo acabe de verdad. Entonces lo nota salir dentro de ella. De nuevo una
cremallera que sube. Y otra vez ese aliento en el cuello, y esa voz que ahora,
llora silenciosamente; “lo siento, lo siento de verdad pequeña”. Unos pasos que
se alejan, y una mente que piensa en todo tipo de muertes “¿será una pistola?, ¿me
acuchillará?, ¿me golpeará con una piedra en la cabeza?”. Pero entre tantas
preguntas, no siento miedo. Solo alivio de saber que ahora, todo acabará de
verdad. La puerta del coche se cierra. Deja de pensar, se centra en oír los
pasos que se acercaran a ella, anunciando un adiós. Pero... no escucha nada. Y
se queda quieta, silenciosamente. Oye el viento soplar y las hojas de los
árboles, debe de ser un bosque. Y empieza a llover, chispea. De repente, un
motor que arranca. Pisan el acelerador, y escucha como se aleja, poco a poco. Y
empieza a llorar. Se ha ido. Ese monstruo que le ha robado todo, se ha ido
dejando vivo en su mente ese recuerdo de como sola en mitad de la nada, le quitaban
su niñez, su infancia, su felicidad. Entonces empieza a pensar en su chico.
Llevará toda la noche esperándola, tendrá que tener el móvil abarrotado de
mensajes y de llamadas perdidas. “Se preguntará que donde estoy, estará
asustado, todos nuestros amigos estaban en la fiesta. ¿Y mamá? ¿Se podrá
imaginar mamá que siempre piensa en lo peor, todo esto?..” Y en la profundidad
de sus pensamientos, se queda dormida, con el frío y la lluvia rozándole el
cuerpo, un cuerpo manchado por el acto más despreciable que existe, y que a
ella le ha tocado asumir.
Se ha
despertado. Nunca le han gustado las ambulancias por fuera, así que verse
dentro de una ya, le resulta bastante repugnante. Tiene una especie de suero
inyectado y una manta por encima. Una chica joven le pregunta cosas, pero ella
no quiere contestar. “Está en estado de shok”. “¿Estado de shok?” Piensa. “¿Qué
te contesto a cómo estoy? No estoy muerta, y esa es mi tragedia” Pero no tiene
fuerzas para hablar. Le inyectan algo en el suero, y tarda poco en quedarse
dormida otra vez.
Después
de todos los trámites con la policía y todo tipo de pruebas en el hospital ya
está en casa. Todos han ido a verla. Todos. Y él… él está casi tan dolido como
ella. Su chica, su amor, la persona con la que lleva dos años compartiendo
todo, con la que se ha hecho hombre, la que lo ha mimado y aguantado. La que ha
hecho lo imposible para que sea feliz, está allí, con diecisiete años y una
vida que se ha roto en pedazos, pedazos como los de un puzzle que ahora
difícilmente podrá volver a montar. “Es fuerte. Siempre arregla ella nuestras
peleas y me apoya en todo, y siempre está conmigo aunque yo a veces la dejo
sola. Sola… como esa maldita noche. Pero ella es una puta piedra, está aquí.
Dispuesta a continuar. Mi niña, mi princesa dispuesta a seguir adelante.
Fuerte, como una mujer de hierro. Y yo fui tan miserable, que la volví a dejar
sola una vez más. “. Pero ella solo
quiere estar con él. Se siente protegida, amada, y él no puede hacerle notar lo
culpable que se siente de todo aquello. Se ha quedado a dormir en casa estos
días, ven películas constantemente y le toca el pelo para dormirla. Lleva dos
días sin hablar nada, pero al menos al él es capaz de sonreírle.
Mientras
cenan en casa, todos están callados, la tele está apagada. Ella no come, solo
le da vueltas con la cuchara a la sopa.
-
Deberías comer algo nena, que dejes de comer no solucionará nada.
Ella lo
mira, le sonríe y asiente. Entonces le da un sorbo a la cucharada de sopa. Mamá
abre la ventana, y el aire le golpea la cara. Tira la cuchara encima del plato.
El aire golpeándola. Y comienza a recordar. Abre los ojos como platos, pero su
mirada está perdida. No llora, no actúa. De fondo se escuchan las voces de mamá
y de él “¿qué te pasa” “¿cariño?” pero no puede reaccionar. Vive cada palabra.
Y entonces… ese llanto en la voz de aquel hombre... “lo siento, lo siento de
verdad pequeña”. "¿Pequeña?"... y lo entiende todo. Era su primer amor, “premier
amour est pour toujours”. Lo llevaba
tatuado en el pecho. Siempre le había hablado de ella. Él decía que parecía su
hija en vez de la de mamá, siempre ha estado enamorado de esa mujer. Y entiende
la canción, “el primer amor es para siempre”. Esos calcetines, se los regaló
ella por su cumpleaños, a él no le gustaban pero a ella le encantaba el verde y
le pidió por favor que se los pusiera. Esa suavidad con la que la trató, ese
arrepentimiento. Sus zapatos, tiene tres pares iguales. Se los hace el hijo de una mujer a la que lleva encargos, es
zapatero. Caros, de piel. Y entonces, le rebota en la mente como una canción
pegadiza… “Pequeña”. Solo una persona en este mundo la llama pequeña. Una
persona que le dio la vida, y diecisiete años después se la quita. ¿Cómo ha
podido estar tan ciega y no darse cuenta antes?..
Levanta
la vista de la mesa. "¿Cómo ha sido capaz?". Se le llenan los ojos de lágrimas,
aprieta la mandíbula. Lo sabe todo. Entonces mira a su madre;
- - Mamá…
- - ¿Qué pasa cariño?
- - ¿Dónde está papá?.