viernes, 23 de octubre de 2015

Súdame.

Te tengo ganas.
 Normalmente te tengo ganas todo el rato, pero hoy especialmente te tengo más ganas. Ganas de follarte. ¿Para qué nos vamos a andar con tontería? Los besos, las caricias, las miradas, todo eso está genial y a menudo también te tengo ganas así, pero hoy no tengo ganas de cariño, ni de suavidad, ni de delicadeza.
 Hoy tengo ganas de follarte y de que me folles como si se te fuese la vida en ello.
Tengo ganas de que tu pene se pierda en mi boca, me atragante casi, saborear cada milímetro de él, una y otra, y otra, y otra vez. Dejándote con las ganas de acabar en mi boca, mientras me tiras del pelo, fuerte, hasta hacerme daño, mientras gimo. Tengo ganas de que me muerdas la boca, hasta casi hacerme sangre mientras hinco mis dedos en tu espalda, mientras tiro de tu pelo y te susurro al oído casi sin aliento: fóllame. Fóllame de arriba abajo, quiero que me bebas, que tu lengua se pierda en mi clítoris una y otra vez, loca, desatada, irrefrenable, sin dejarme reaccionar, mientras me agarras los muslos con fuerza. Quiero que me pongas a cuatro patas y me azotes, que me escueza, y que entres en mí. Sin miedo. Que entres en mí primero poco a poco abriendo lentamente las paredes de mi culo, ese que azotas con brutalidad. Pero después fuerte, sin parar, hasta sentirte en mi garganta, hasta que me falte la voz para decirte: sigue, ni se te ocurra parar. Te quiero allí, poseyéndome como si no hubiese un mañana mientras tus dedos entran en mi vagina y se mueven fuertemente haciéndome gemir. Te quiero dentro de mí, por todos los lados posibles, quiero que cada poro de mi piel sude tu nombre. Quiero que mañana cuando me mueva recuerda que has estado aquí, follándome sin más, sin menos. Follándome cómo has podido, como has sabido, como has querido. Señalándome la piel. Con ganas, con fuerza, de todas las posturas posibles. Quiero que me folles y que comas de mis pechos como si expulsaran agua y tu estuvieses en mitad de un desierto, que acaben rojos e irritados de tanto que tu lengua ha querido aprovecharlos. Quiero tu saliva en todas las partes de mi cuerpo, en todas. Quiero mi cuello casi morado, mi culo rojo y dolorido, y que mañana al sentarme sonría lentamente: que bien me follas. Que bien me llevas al éxtasis, que bien sabes donde, cuándo y como.
Te tengo ganas, unas horribles y casi enfermizas ganas de desnudarte a menudo, de imaginarte encima de mí, o debajo, o detrás… y quizás y solo quizás no sea esto lo que se espera de una “señorita”, de una “dama”, de una “buena chica”. Pero me la suda, no soy ninguna de esas cosas. Soy solo una mujer terriblemente caliente, esperando que te la folles a tu propio antojo.
Nada más.
Nada menos.
Así que no me pidas que te pida lo que quiera, porque casi seguro que te pediré lo mismo una y otra y otra vez, sin cansarme: Súdame.