Hola. Si, lo sé, sé que llevas esperando esto bastante
tiempo, pero lo siento, no era tu necesidad por primera vez lo que me
importaba, era la mía. Ahora supongo que sí, que ya es hora, que yo quiero, que
lo necesito. No me importas tú ni quien esté detrás de ti ni yo ni quien esté detrás
de mí. Ahora es cuando mi alma quiere, me lo pide. Lo cierto es que voy a hablar,
una vez más, de pasado, porque es lo único que queda que todavía lleva un “nosotros”
puesto, y voy a cerrar tu libro. Mi corazón lleva queriéndolo cerrar estos
cuatro meses, se ha amoldado a la perfección a esta maravillosa libertad que me
has dejado, pero mi absurda cabeza todavía quería hacer las cosas bien, a ratos
mal, a ratos regular. Ahora, por fin, ha conseguido entender, que no hay nada
que hacer; ni bien, ni mal, ni regular. Absolutamente nada. He aprendido mucho
en este tiempo junto a ti; meses, años, el tiempo que haya sido, a ratos se me
ha hecho corto y a ratos me ha parecido toda una vida; dios, que pesadez y que
cosa tan maravillosa al mismo tiempo, depende de si miro mi amor, o el tuyo. Lo
cierto es que me enamoré de ti y elegí luchar por tenerte en mi vida, decisión
que ahora me hace gracia, es irónico: ahora lucharía todo lo que pudiese porque
no volvieses a entrar en ella. Gracias a que todavía tienes algo de coherencia
(algo, tampoco voy a ponerte medallas inmerecidas) tú también sientes que
cuanto más lejos, mejor. Y qué curioso que por fin estamos de acuerdo en algo.
En ese tiempo en el que luché por ti no sé con qué expectativa, quizás con la
de que me amaras como yo a ti (que ilusa) me dejé el alma en intentar hacerte
feliz; oh sí, no me lo repitas más, no lo conseguí como esperabas. La verdad me
da igual, lo cierto es que eras todo en cuanto quería, absolutamente todo. Las
personas a las que más amo en el mundo estaban en un segundo lugar desde que tú
llegaste a mi vida, te amé de una forma casi inconcebible, hubiese saltado al abismo
si me lo hubieses pedido con tus preciosos ojos azules y tu sonrisa de niño
bueno. Y de hecho, salté sin darme cuenta. Me ha costado ver que mi peor abismo
has sido tú cielo. Durante lo que duró nuestra “relación” (y lo pongo entre
comillas porque a día de hoy no sé si llamarlo así, teniendo en cuenta de que
pasamos de ser tres, a volver a ser tres) he vivido contigo momentos de todo
tipo. Los buenos me dejan un buen sabor de boca, me he reído muchísimo porque
oye, habrá que decirte lo bueno: supiste hacerme reír. Los malos, son los que
más me han hecho aprender, y a día de hoy lo siguen haciendo. Todos los días
recuerdo alguno de estos momentos casi lamentables, me río y me digo a mi
misma: gilipollas. En una relación hay que buscar culpables cuando se rompe,
bien pues resumo en que es culpa mía, oh si cariño, te absuelvo. Has cumplido
tu pena. Me culpo de todo: de enamorarme de un ser frío e insensible, de sentir
que no iba a ninguna parte y volver a crear un ápice de esperanza en “lo
nuestro”, que resultó ser mío y de mi cabeza. De confiar en ti, de creer que
algún día te quitarías la muralla y te abrirías a mí. Por tanto señoría, soy
culpable. Pero de mi delito hacia mí misma como mujer, he sacado muchas cosas
buenas. La obvia ni la pienso nombrar porque esto es lo único que no va a ser
de tres, lo único y último (gracias a dios) que queda de “nosotros”. Si lo sé,
suena fatal. Ya queda poco, un par de párrafos. Obviando lo mejor que me has
dado como ser humano, me quedo con el aprendizaje. La última vez que supe de ti
hacia mí, me quedé con dos frases: ésta me hizo reír enormemente: no te guardo
rencor. Jaajajajajaja, grandiosa. Gracias por no guardarme rencor por amarte,
por aguantar tu irresponsabilidad, tus pocas ganas de ser feliz y hacer feliz a
los demás, gracias por no guardarme rencor por la crueldad (nótese la ironía)
de mis detalles, de mis preocupaciones, por haberte apoyado en tus absurdos
planes de futuro, por haber movido cielo y tierra porque no te faltase de nada.
Me siento afortunada de que no me guardes rencor por haberme enamorado ciega y
tontamente de alguien como tú. Es todo un acto de bondad por tu parte, en fin...
La segunda frase que más me ha gustado es la de: “quiero volver a enamorarme”.
Esta frase ha provocado muchas sensaciones en mí: al principio me disgustó; sea
de quien sea, no mereces que te quieran. Después y egoístamente me gustó: ojalá
te enamores de verdad y desaparezcas de mi vida para siempre. Después sentí
curiosidad, después casi me dio risa al pensar todas las veces que te has
intentado enamorar en este tiempo, hasta que llegué a la conclusión de que
todas esas reacciones eran culpa tuya por no haber escrito correctamente la
frase. Ahí pone “volver a enamorarme”. “Volver”. Tú no tienes ni puta idea de
lo que es amar a alguien. Al menos no de verdad. No digo que no hayas “amado” a
tu forma, pero si esa es tu forma de amar, espero que ella la disfrute y le
sirva, pero que le sirva de verdad, no como yo creí que me servía a mí. Tú no
sabes lo que es amar a alguien con todo, sin intentar cambiar a esa persona,
sin manipular su mente. Cuando amas a alguien no estás siempre en un duelo, en
un reto. Amar no es una competición de quien acierta más veces, de quién dice
más palabras bonitas. Amar no es cansarte de alguien y echarla de tu vida, y a
los días decirle: vuelve. Amar es hacer sentir al otro seguro, que no tenga
miedo de hablar contigo, ser el hogar de esa persona. Amar es todo aquello que tú no has hecho, o
simplemente has hecho a ratos, cuando no tenías nada mejor que hacer. Yo no sé
si voy a enamorarme pronto, no lo tengo previsto cierto es, pero ¿Quién sabe?
Aunque sí que sé algo: se lo que no voy a estar dispuesta a soportar. No voy a
querer un amor intermitente, pausado y tóxico, que me haga levantarme con miedo
a qué pasará, que me condicione mi forma de ser o de expresarme, que me juzgue
de ser “como las demás”. No quiero a alguien que me controle el dinero que
gasto, que un día me pregunte cada paso que he dado y al día siguiente cuando
tiene algo mejor que hacer, se olvide de que existo. No quiero a alguien que me
quiera a ratos, y eso te lo debo a ti. Cuando yo me enamore, me enamoraré de
alguien que me cuide de verdad, alguien que no me cargue sus problemas en la
espalda y que afronte el amor. Alguien valiente que no tenga miedo a sufrir,
que confíe aun sabiendo que existe el riesgo a pasarlo mal. Porque esa es la
única forma válida de amar: sin miedo. Cuando yo me enamore, y no sé cuándo
será, prometo no volver a enamorarme de un cobarde.
Así que enhorabuena, ahora si es un adiós. Un maravilloso y
dulce adiós definitivo. Gracias por irte, por enseñarme todo lo que no me
merezco, y por lo bueno, pues gracias también, aunque ya te lo he pagado
supongo, por eso lo omito. No te deseo nada bueno ni nada malo, vive tu vida
como creas y en base a eso tienes las consecuencias que tienes. No me importan
cuales sean. Feliz mes de Noviembre, y feliz vida, una muy feliz y lejana vida.