lunes, 20 de junio de 2016

Inconmensurable

No tengo mucho.
Solo tengo dos piernas que me llevan a donde quiero, dos brazos que me dejan demostrar mi amor. Tengo una boca que me permite decir lo que pienso, besar a quienes amo y saborear todo en cuanto me apetece. Tengo un cuerpo que más bonito o más feo resiste, está sano y fuerte y me permite vivir con facilidad y plenitud.
No tengo mucho.
Solo tengo una familia unida que, con nuestros más y menos me quiere, respeta y acepta con todo lo que yo soy, y con todo lo que ellos saben.
Solo tengo un puñado de amigos que me encontré en la calle y ahora son parte de mi familia, de mi vida y de mi misma.
Solo tengo el conocimiento de haber sido madre y experimentar la sensación más grande y única que cualquier persona puede probar.
Solo he conocido el amor verdadero cuando de mi vientre tuve que alumbrar la vida a gritos.
Solo tengo la suerte de haber amado y haber sido amada, y porqué no, la suerte de haber querido y que no haya sido recíproco.
No tengo mucho, un puñado de personas que, de una forma u otra dedican parte de su vida por verme feliz.
No tengo mucho, un plato de comida en la mesa, un ibuprofeno para mis dolores de cabeza, unos botines baratos para mis pies y vodka del malo para mis penas.
Un parque, un paquete de pipas saladas, una cerveza y una conversación absurda sobre qué cojones haríamos en un apocalipsis zombie. (Yo sin duda arrancaría cabezas)
Una almohada sobre la que llorar, una cama sobre la que dormir, un puñado de canciones que cantar y casi siempre, un par de oídos dispuestos a tolerar ese insufrible episodio.
Tengo unas caderas que muevo todo lo mal que sé, un vestido que me queda todo lo mal que se puede y un pelo que invierte todo el tiempo que le dejo libre para enredarse. Tengo un billón de estrellas que no siempre puedo ver pero que siempre están. Una luna preparada que ya me ha visto mil veces llorar, reír, beber y follar. Un sol que ha echo de mis días y a veces, de mi vida, algo más claro, cálido y cómodo.
Tengo algo de lo que quejarme, tengo la necesidad de querer más. Tengo el inconformismo brotando en las venas y la fortuna de saber buscarme problemas con la misma facilidad con la que respiro.
No tengo mucho, es cierto: un carácter desastroso, unos principios afianzados, un sentido del honor casi desesperante, una insoportable resistencia al dolor emocional, una paciencia de campeonato en lo que a sentimientos se refiere y una obsesión enfermiza con la libertad. Una forma de amar inusual y una manera a veces despiadada de marcharme. Una sinceridad a veces inhumana y una batalla constante con mis miedos. Un sentido del humor insaciable, una positividad desesperante y una locura vehemente. No tengo más que una mente que no se cansa de soñar, una fuerza de voluntad a ratos enorme y a ratos prácticamente ficticia. Una manera quizás exasperada de encontrar algo bueno en todo lo que me he cruzado.
Un corazón herido, pero fuerte y valiente. Una mente no prodigiosa pero persistente que hace que nunca me canse, que nunca desista, que nunca renuncie.
Una montaña de sueños y de expectativas que alimentan todo el apetito y el deseo de vivir, unas insaciables ganas de ser feliz y una vida que me permite intentarlo.
Definitivamente, estoy de acuerdo con los que decís que no tengo demasiado.
Porque tenéis razón.
Tenéis toda la puta razón.
No tengo mucho.
Lo tengo todo.