martes, 29 de septiembre de 2015

Música.

Tic, tac, tic tac.
La ciudad duerme. Sus pasos se escuchan desde el baño, el grifo se ha cerrado. Estoy nerviosa, no sé explicar esta sensación. Hay una pequeña electricidad que recorre mi cuerpo de arriba abajo, de lado a lado. Es casi caótico… no sé qué hago allí, pero no quiero irme.
Lo veo salir del baño, me sonríe y me guiña un ojo, tiene la toalla reliada en la cadera, dejando ver su torso desnudo con algunas gotas de agua perdiéndose en él. “Y quien fuese agua” piensa esa loca que está dentro de mi mente. Basta. Agacho la mirada avergonzada de mis propios pensamientos y él, como el que está dentro de mi cabeza, suelta una pequeña carcajada y me mira. No dejo de mover mi pierna, sin parar, como marcando un compás, como la base de una canción. Estoy en el sofá, con las manos alrededor de mis piernas, protegiéndome a mí misma no sé de qué, pero seguro de algo que quiero que me golpee con todas sus fuerzas. Pone la película y se sienta a mi lado. Está desnudo, solo tapado por una toalla, huele a jabón y tiene el pelo húmedo. Se me eriza la piel a sentir su humedad, me roza sin querer y me paralizo. Mis pensamientos están nublados, no sé dónde estoy ni qué película estoy viendo, solo puedo pensar en él y en lo que hay debajo de esa toalla. Noto el color en mis mejillas, pero no me importa, dejo de rodearme las piernas e intento relajarme, apoyo la cabeza en el sofá y me centro en la película. Will Smith y Charlize Theron, Hancock.
Durante 3 minutos consigo centrarme en la película, pero no sirve de mucho, de momento se levanta y trae un bol de palomitas, huelen de maravilla.

-          - ¿Quieres?

-          - Claro.

Cojo un puñado y me las meto en la boca, están saladas. Se coloca el bol entre las piernas, encima de la toalla. Vuelven los calambres por mi cuerpo, noto como mis pezones se endurecen y mi entrepierna empieza a notar esa electricidad. Se me acaban las palomitas y me quedo mirando la película, inquieta, se me nota el nerviosismo. Mi pierna sigue con su particular canción y en mi nuca ya empiezan algunas gotas de sudor a resbalar. Se acerca a mí un poco más y la toalla se le baja un poco, muy poco, pero lo suficiente como para dejar ver el comienzo de su pelvis. Se me van los ojos, no puedo evitarlo, me ruborizo y él se da cuenta, sonríe.

-         -  ¿Quieres? - Me pregunta con un tono picante.

-          - ¿Qué? - Pregunto medio aturdida por lo que mis pensamientos y su ironía están formando.

-         -  Palomitas, digo. Que si quieres más.

Sonrío. Claro, palomitas. Imbécil. Él se ríe, coge mi mano y la mete en el bol:
-          Coge lo que quieras, cuando quieras.
Oh dios mío. No puedo parar de mirarlo, como me sonríe con todo el erotismo del mundo. Me estoy mordiendo el labio mientras lo miro, retiro la vista al televisor haciendo como que me interesa algo lo que veo, pero me vuelve a girar la cara:
-          Sigue mirándome.

Lo dice de una manera agresiva, su risa ha desaparecido y en sus ojos ya no hay ese brillo pícaro del juego. Me mira con decisión, con firmeza, me intimida pero sorprendentemente, me excita mucho más que me mire así. Cansado de tanta tontería.
Me besa, con brutalidad, con un deseo contenido que empieza a liberar, aparta el bol de palomitas de encima de su toalla y me sienta encima de él. Noto su excitación, su pene duro buscando hueco para salir. Su lengua avasalla mi boca, no hay un solo hueco que no recorra y sus manos empiezan a subir mi camiseta por mi espalda. Me deshago de la camiseta sin saber cómo, sin dejar de besarlo, estoy húmeda. Mojada por completo. Sin lugar a dudas. Desabrocha mi sujetador y es una liberación intensa, mis pezones como piedras salen a la luz y se hacen notar. Él lleva su boca a mis pechos, primero a uno y después a otro. Los rodea con la lengua, los muerde, los absorbe y se pierden en su boca, yo mientras gimo y enredo mis dedos en su pelo todavía húmedo. Cuando termina con mis pechos me aparta con delicadeza mientras me besa, me coloca en el sofá y empieza a desabrocharme el pantalón, mete su mano fuerte dentro y toca mi entrepierna por encima de mis bragas. Me retuerzo, me nota húmeda y noto que eso le excita aún más. Baja mi pantalón que acaba en el suelo, me abre de piernas y me roza con brusquedad, con pasión, haciéndome notar que me desea aquí, y ahora. Mis manos en su espalda recorriendo poco a poco todos sus lunares, y mi boca en su cuello, saboreándolo poco a poco, recorriendo su garganta y subiendo hasta sus labios, no entrando dentro de su boca, jugando a dárselo todo y a que no tenga nada. Me muerde el labio con fuerza, me hace daño, pero me gusta. Me gusta su forma brusca de tocarme, de besarme, con fuerza, sin delicadezas, siendo consciente de que tiene que follarme y no hacerme el amor. Bajo por su torso y doy un tirón de la toalla que cae al suelo inmediatamente, y lo veo. Grande y duro, esperando su momento y colocado en mi entrepierna, avisándome. Me excito más, no dejo de mirarlo, él sonríe. Le gusta que lo mire. De repente mete la mano por dentro de mis bragas y toca mi sexo, hinchado y empapado. Me baja las bragas y me quedo desnuda ante ese hombre desnudo al que deseo tantísimo. Me abre de piernas y sin pensarlo introduce su pene en mí. Gimo. Oh dios. Es lento, se deleita en cada embestida, pero las da con fuerzas. Giro mi cuello hacia atrás y me dejo hacer mientras gimo, muevo lentamente las caderas, avisándole de que quiere más, pero sonríe y suavemente me chista:

-         -  Tranquila, no hay prisas.

Y otra embestida. Más fuerte aún, llenándome por dentro, sintiéndolo por todas partes, hasta mi garganta, y saliendo de mí en forma de quejidos. No puedo decir nada, gimo y le pido más. Sale de mí mientras yo sigo en el sofá, sentada y con mi cabeza atrás. Me besa los pechos, con más delicadeza que antes, intentando calmar un poco mi deseo, con más dulzura de la que hasta ahora me tiene acostumbrada, pero me gusta. Su lengua es cálida y agradable en mis pechos. Primero el derecho, después el izquierdo. Me besa el vientre mientras sus manos abren un poco más mis piernas, y sigue bajando. Y se para ahí, frente a mi sexo. Lo mira sonriendo, lo besa, le da un suave lametón que me remueve entera. Otro más. Su lengua juega, lentamente, intentando que no me espere lo que viene. Mi pierna sigue con su ritmo, pero ahora está ahí, agachado frente a mi dispuesto a beberme entera. Y vuelve en su ser. Vuelve a agarrarme los muslos con fuerza y me come, sin delicadeza, sin dulzura, sin contemplaciones. Como si estuviese en mitad del desierto y hubiese visto un oasis. Siento su lengua dentro de mí, me lame, me absorbe, es rápido y brusco, y me gusta. Le tiro del pelo, intento tener cuidado pero no puedo controlarme, cierro los ojos y aprieto las piernas.

-        -   Para… para…

Ralentiza el ritmo, pero no para, y sigue lamiendo mi clítoris suavemente pero con un ritmo constante. Noto un cosquilleo por mi vientre, me tiemblan las piernas. Mierda... mierda...

-         -  Para por favor.

-         -  No, córrete.

-        -   No, aún no por favor. Para…

-         -  He dicho que te corras.

Su voz es dura, firme, sin tambaleos. Sabe lo que quiere y cuando lo quiere. Me quiere a mí, entera. Y con el bebiendo de mí, me dejo ir... Aparta su boca de mi entrepierna y me levanta, me apoyo en él, me tambalean las piernas y él se ríe:
-          Esto no ha acabado chica...
Me lleva a la habitación y me sienta en la cama, abre un cajón y saca algo, no logro verlo, pero lo miro. Miro su cuerpo desnudo, sudado… miro su boca y sus ojos y vuelvo a notar mi deseo allí. Lo miro a él, tan sexual, con esa forma de sonreírme, de mirarme, de desearme…  Se gira y veo el paquetito plateado: un preservativo. Me mira y me sonríe, se lo coloca hábilmente y deja el envoltorio encima de la mesita. Se acerca a mí, no deja de mirarme a los ojos, llega a la cama y me besa. Esta vez más tierno, más dulce, con protección y cariño, pero con deseo. En mí siguen floreciendo esas ansias de tenerlo dentro. Sigo con mi ritmo y él, pone su melodía poco a poco, con ganas.
Empieza a rozar su pene por mi entre pierna, por mi clítoris, por mi pelvis, está ansioso, buscando cobijo, buscando entrar en mí. Lo beso apasionadamente, sin miedo y sin pudor, y lo toco. Mi mano sube y baja por su falo, primero lentamente, casi acariciándolo, después más intensamente, sin dejar de mirarlo a los ojos. Veo como se le enturbia la mirada y eso me pone más cachonda aún. Me pone esa parte de él, su parte bestia, fiera. Sin compasión y sin pudor. Gime y yo sigo, ralentizo el ritmo, quiero que disfrute, no quiero que se corra aún, y en el fondo el tampoco. Lo beso en la boca, en el cuello, beso su pecho y lo noto sonreír. Ya sabe mis intenciones y le encanta. Y entonces me lo meto en la boca, juego con él, lo saboreo. Creo un ritmo, lo lamo, lo chupo, lo lamo, lo chupo… Se encoge, se retuerce, gime, y lo escucho murmurar:
-          Si, oh si… sigue chica, no pares por favor, sigue...
Su voz se mete en lo más profundo de mí, echando leña a ese fuego que ya está encendido. Mi entrepierna palpita, con ganas. Pero me gusta estar allí, haciéndolo disfrutar y disfrutando yo. Me tira del pelo, fuerte, incluso haciéndome daño, pero no me importa, es un dolor que me gusta. Me azota el culo, me lo pellizca, me araña la espalda cuando acelero. Y noto su pene a punto de explotar, crece más y más en mi boca, es más duro y más sabroso, y no quiero sacarlo de allí. No me apetece, lo quiero ahí, en mi garganta. Pero sin esperarlo me aparta.

-          -¿Qué haces? – le digo medio enfadada, pero con una excitación brutal.

-          - Para, no sigas por ahí.

-          - ¿No te gusta?-  Le pregunto sabiendo perfectamente lo estúpido que resulta preguntárselo.

Sonríe. Me besa mientras me coloca las manos en la cama y me abre las piernas. Se acerca por detrás a mi oído y con un tono serio que hace que me vuelva loca, me lo dice:

-          - Voy a follarte, voy a terminar dentro de ti. Voy a follarte duro, como dudo que te hayan follado alguna vez en tu vida. Porque es lo que me apetece.

No puedo decir nada. Sus palabras me ahogan, me enrojecen. Oh si, si si si por favor, suplica dentro de mi esa diosa enferma que lo desea a todas horas. Me vuelve a tirar del pelo.

-          - Dime que te folle.

Me río.

-        -   Dime que te folle o no haré nada.

“    "No será capaz” pienso. PLAF. Me siento su mano en mi culo, pica, pero me gusta. Los nervios me pueden y no soy capaz de decir nada. Otra vez, PLAF.

-         -  Habla, o no dejaré de azotarte.

Siguen las palabras sin brotar, me centro en el resquemor de mi trasero y en cómo, sorprendentemente, cada cachete que recibo enciende mi ser.
PLAF.

-         - Pídemelo.

PLAF. Grito. Un grito encerrado entre dolor y placer. Un grito que mi cuerpo libera queriendo decir que lo haga, que entre en mí, que ya no puedo más. Y él lo sabe. Me ve temblando, mojada, invitándolo a que entre dentro de mí allí, en esa cama, a cuatro patas. Y otra vez: PLAF.

-        -   ¿Vas a decirme algo más o vas a correrte mientras te azoto?

Se acerca a mi oído de nuevo, escucha mi respiración entre cortada, mis gemidos. Y ya no puedo más, no puedo seguir jugando, lo necesito. En ese momento lo necesito. Y en un susurro, porque hasta mi voz está resquebrajada, se lo suplico...

-         -  Fóllame, por favor…

Lo escucho sonreír, y sin pensarlo, lo tengo dentro de mí. PAM. PAM. Gemido. PAM. PAM. “Sigue” PAM. PAM. PAM. Mi cuerpo convulsiona entre todas sus embestidas y el gime, acelera. Y todo va a llegar a su fin. Nuestros cuerpos tiemblan, me tira del pelo y como si de una perfecta sincronización para cometer un delito se tratara, nos dejamos ir. Noto mi vista nublada, mi cuerpo tembloroso y noto su temblor en las piernas. Y subimos por un segundo a ese lugar inalcanzable, como tocar el paraíso. Como si en ese momento, que está dentro de mí, el mundo se hubiese parado. Y llega el final, mis fluidos y los suyos nos liberan de ese maravilloso momento. Se recuesta encima de mí con delicadeza, aún dentro. Lo escucho jadear y noto su corazón acelerado. Y sonrío. Miro mi pierna ya quieta, calmada. Ahora no tengo dudas. No hay música más bonita que ésta.