lunes, 28 de enero de 2013

Discursos al viento.


Aún recuerdo que de pequeña, constantemente quería ser hombre.
Nunca he entendido porque a las mujeres se nos insulta más si tenemos un físico feo, o raro, o simplemente diferente. De pequeña constantemente quería ser hombre, jugar al fútbol y que me pasaran la pelota, o mejor, que al menos me dejaran jugar. Darle un abrazo a mi mejor amigo sin que dijesen que me gustaba, o que quería estar con él. O simplemente ponerme una sudadera y unos botines sin miedo a la opinión de la gente. De pequeña, supongo, que no quieres sufrir. Buscas el camino fácil, la respuesta corta, la solución instantánea. Y yo quería ser un hombre.
Cuyo fui creciendo, empecé a sentirme atraída por chicos, salía con mis amigas y era más consciente de lo que era el mundo, y de lo que oculto en una falsa igualdad, seguía siendo una guerra de sexos donde hombres eran superiores a mujeres, en muchos aspectos, dentro de muchas cabezas, cabezas brillantes incluso que se quedaron estancadas en una ideología donde aún sigue prevaleciendo la que yo llamo la ley prohibida: sustituir diferencia, por superioridad. En ese momento una sensación invadió mi cuerpo y lo agitó como un cóctel que se mueve rápido, para servir bien mezclado. Exacto, era un cóctel de orgullo, dignidad, rabia, libertad y ganas. Todo eso empezó a nacer en mí, como una pequeña semilla que años de una conciencia social oculta, habían plantado con esfuerzo y esmero, y ahora que mi mente iba adquiriendo capacidades, para pensar con lógica y racionalidad, daba sus frutos. Nacía dentro de mí, y explotaba como la bomba de Hiroshima expandiéndose por toda mi alma, o como quieran llamar a esa parte espiritual de nosotros. Una nueva sensación: era una mujer, y eso era lo más maravilloso del mundo.
Hoy, aún soy una niña, una niña que está en proceso de ser una mujer, y tener la responsabilidad que ello conlleva. Ese sentimiento vive dentro de mí, ocupando cada espacio de mi ser, saliendo a la luz con fuerza e imponiéndose cuando aún, en pleno siglo 21, en la era de los avances y la tecnología, aún hay mentes degradadas por los perjuicios, que hablan de algo así como, una especie de inferioridad. Dios, inferioridad… como si supiesen lo que significa esa palabra.
Hoy, estoy en la edad, el momento o el estado mental, (y dejo la descripción y elección de términos a manos de vosotros), perfectos para realizar ciertas preguntas. Sé lo suficiente para hacer ciertas preguntas, e incluso para dar ciertas respuestas, pero por suerte, aún no se lo suficiente como para establecer normas, bases o hechos ineludibles, asentados, fijos e innegociables. Aunque a decir verdad nunca sabremos lo suficiente como para hacer nada de eso. Así que, aprovechando los momentos justos, y teniendo en cuenta de que yo siempre he sido lo suficientemente despistada como para dejar pasar los momentos justos, me pregunto:
¿Qué significa para el mundo “Ser una mujer”?
Ser mujer es mucho más. Es más que tener otro tipo de anatomía, que tener dolores de ovarios y pasiones por la moda. Ser mujer es levantarse cada día de tu vida sabiendo que siempre habrá alguien que querrá pagarte menos por realizar el mismo trabajo que un hombre. Ser mujer es luchar y enfrentarse a cada persona que te valora por tu escote y no por tus conocimientos, que te exige la falda corta, la camiseta pegada y la boca cerrada. Ser mujer es convivir sabiendo que no puedes ser amable con un chico porque te llamarán puta, o no poder vestir como quieras porque te llamarán fresca, o no poder salir de discoteca continuamente porque te llamarán golfa. Ser mujer implica valor para afrontar lo que yo, casi cómicamente, llamo “sustituciones lingüísticas”. A un hombre lo llamaran eficaz, a ti provocativa. A un hombre lo llamarán campeón, a ti promiscua. Un hombre saldrá a divertirse y aprovechar el tiempo, tu solo querrás fiesta y serás una irresponsable. Un hombre que vista ceñido, es estiloso, tú serás una guarra. Si él tiene sexo será necesidad, lo tuyo, siempre será vicio.
Ser mujer implica una lucha desconsiderada, por lo que probablemente sea el resto de nuestra vida, para acabar con ideas que una sociedad sexista y machista creó, estableció e infundió en su día, y que hoy, aún siguen estando presentes en muchos sitios.
Pero, no es momento de criticar ni achacar al pasado, ni tampoco de agachar la cabeza y entristecer el rostro, porque nunca se han ganado las batallas sentándose a llorar. Este mundo no se mueve por la compasión, ni por la pena.
Todos somos machistas y feministas, en alguna parte, en algún lugar, en algún momento y con alguna persona. Pero... ¿Hemos avanzado? Por supuesto. Hemos conseguido rebasar metas, conseguir logros, escalar a los picos altos y superar expectativas. Y lo hemos hecho mirando alrededor. Viendo como madres solteras han trabajado, luchado y se han dejado la vida para sacar adelante sus familias. Como amas de casa se han llevado horas y horas sin ver a sus hijos solo para poder ponerles un plato caliente encima de la mesa. Como incluso muchas se han prostituido. Pero… los grandes ejemplos son nuestras madres y abuelas, que tuvieron que sacarnos adelante a pesar de que siempre les han estado repitiendo que eran más débiles, que no servían, que no podían. Y esas mujeres que se han enfrentado al maltrato psicológico y físico de un hombre que la utilizaba y despreciaba porque creía que era superior. Las mujeres hemos sido siempre lo raro, lo secundario, lo débil. En la religión católica el caos del mundo lo trae Eva, los mitos griegos hablan de la caja de Pandora. En algunas culturas tenemos que andar un paso por detrás de los hombres, o aceptar compartir a nuestro marido con otras mujeres. Y no nos dejen votar aún en algunos sitios, ni siquiera en otros lugares nos dejan trabajar.
Hemos avanzado, pero queda un largo camino donde aún nos quedan tramos angustiosos que superar. Pero, ¿acaso importa? Sí, no podemos cambiar el ayer. Pero hay que hacer algo hoy, para que mañana sea diferente. Hablamos de sexos, mi pregunta es; ¿acaso ser diferente implica ser mejor, o peor?
¿Qué somos las mujeres?
Las mujeres somos seres que salvamos vidas como médicas, que detenemos a culpables como policías y los juzgamos como juez, y lo defendemos como abogadas, y lo informamos como periodistas, y lo redactamos como escritoras. Las mujeres somos informáticas, ingenieras, pilotos, deportistas, maestras. Somos la chica de recepción que te trae el café y te pone la sonrisa más amable del mundo, aunque al llegar a casa su marido le abofetee la cara porque no sabe valorarla. Y esa limpiadora que aguanta que le pises el suelo fregado y ni siquiera te disculpes porque tus ideas se basan en que es inferior a ti. Y esa chica, que va con su minifalda y sus tacones altos, en una carretera perdida a vender su cuerpo, y tú insultas, y ella se calla, porque no te echa cuenta, está pensando en su hijo, y en cuantas veces más se tendrá que prestar a los hombres para conseguir dinero para curar la enfermedad de su pequeño. Las mujeres somos luchadoras natas, que llevan vidas, que las traen, que las cuidan, que las enseñan a vivir. Y no hay que distinguir entre un tipo de mujer, ni otro. Hay tipos de personas, y otros. Porque decidme, ¿acaso ser diferentes unos de los otros no es lo que hace que la vida merezca la pena?
¿Qué es ser una mujer? Ser una mujer no es ser superior a los hombres, ni inferior a ellos. Ser una mujer no es poder hacer cosas que los hombres no pueden, ni viceversa. Ser una mujer no implica ser mejor, o peor. Ser una mujer, implica ser. Ser en todos sus tiempos verbales, de todas sus formas. Ser una persona, un ser vivo. Ser como un hombre, como una planta, como un pez. Yo no hablaría de los derechos de las mujeres cuando hablo de igualdad. Hablaría de los derechos de la humanidad. Una mujer es humanidad, y hay un derecho que se debe cumplir sin excepción para todos los humanos, independientemente de su sexo: SER LIBRE.
Porque somos humanas, porque somos iguales en la diferencia, porque hemos conseguido mucho, y aún conseguiremos más. Porque merecemos lo mismo.
Porque, al igual que los hombres, somos necesarias. Pero sobre todo, porque somos mujeres, y ser mujer, ya es bastante motivo como para enorgullecerte cada mañana al despertar. 

viernes, 18 de enero de 2013

El chico de la mirada de hielo.


Dime el secreto para poder dejar de mirarte.
“La vida es una jodida puta, que deambula de esquina en esquina con su minifalda de cuero roja y sus botas negras de tacón alto. Viene, te da placer durante un segundo, te jode, y te deja tirado, sin un duro, sin nada más a lo que aferrarte a parte de esa vacía y alarmante soledad.
Tenemos que acostumbrarnos a que esta fulana que mueve los hilos, haciéndonos conscientes de que un día su hermana oscura y tenebrosa, llamada muerte, vendrá a cortarlos, dejándonos como tristes marionetas a las cuales enterrar en el cajón del olvido, para continuar fabricando títeres y animar esta obra de teatro, donde todos actuamos alguna vez. Pero como buena mujer de la calle, te da un placer inmenso, erótico, indescriptible en ciertos momentos, de esos placeres que nunca olvidas.
Y ¡qué cojones! ¿Por qué no decirlo? Tú has sido el orgasmo de mi vida. Has sido esa sacudida bestial que me ha hecho vibrar antes de quedarme sin blanca ante esta fulana dominante y mandona. Has sido esa bocanada de aire que te hincha los pulmones, ese suspiro que aclara tus ideas y después te hace sonreír. Has sido ese bote que tuve que coger nadando a toda prisa, mientras el barco de mi destino se hundía, como el Titanic al chocar contra ese maldito iceberg.
Graciosas ideas se me ocurren aquí sentada, pero todas ellas entran en una parte oscura y desmesuradamente viciosa de mí. Mientras, formo con mis ojos una senda casi invisible, en la que me gustaría postrar mis labios, poco a poco, hasta llegar a la meta, y después, volver a empezar. Y ahí está su boca pequeña y roja como el que se acaba de comer un tarro lleno de fresas, sus dientes perfectos, unidos, enseñando un poco la encía al sonreír, pareciendo tan pequeño. Tan indefenso, tan vulnerable. Oh, sí. Desde luego este actor tiene la mejor arma de seducción y la mejor mentira en su sonrisa. Y luego su mentón alto y refinado, y sus facciones marcadas, y esas barba de días que le dan un aire tan varonil, tan suyo, tan… perturbador. Lentamente paseo mi mirada por su cuello, largo y blanco, perfecto, como si estuviésemos hablando de una figura de mármol perfectamente tallada, con gran cariño y pasión, durante mucho tiempo y con mucha paciencia, trabajando por crear lo que ha resultado ser: un trabajo perfecto. Y empiezan a sonar notas, una tras otra, mientras paseo mi entusiasmo por sus manos. Dios. Cierro los ojos, sus manos. Tan protectoras y seguras, y tan alarmantes a la vez. Capaces de dar un placer inmenso, capaces  de alterarte los sentidos en milésimas  de segundo, y capaces de tranquilizarte el alma en una sola melodía. Ágiles y rápidas, llenas de cicatrices que demuestran un dolor, un dolor de un corazón impulsivo, que haría lo que sea por no volver a sufrir. Esas manos.
Y absorto en la melodía de su piano, lo miro a sus ojos. Grandes y abiertos, observando cada milímetro por el que sus dedos se mueven, viendo salir a esa que tanto ama, su música, desde sus manos, desde su alma, desde su corazón. Sus ojos que al mirarte profundizan en lo más hondo de ti, y te deja desnuda y atrapada ante todo lo que puedas imaginar, derribando tus muros, tirando tus fortalezas, imponiendo su fuerza ante todo de lo que alguna vez, te creíste dueña. Tan fría, tan azul e intensa, esa mirada tan de invierno. Mi chico de la mirada de hielo.
Cuanto te amo. Cada parte de ese corazón dolido y testarudo que se empeña en no confiar, cada parte de esa cabeza loca y terriblemente inteligente que desata nudos imposibles en cuestión de segundos. Te amo tanto, cada parte de ti, de tu cuerpo, de tu alma. Amo tanto a este chico de mirada fría y corazón de piedra. Es mi chico, mi irresistible amor del que nunca podrá escapar, del que no quiero escapar. Quiero quedarme aquí absorta en esta melodía todos los días de mi vida, quiero pensar en cuantos besos te daría y cuantas caricias mientras te veo a ti, disfrutar con esa diosa de cuerpo inexistente a la que un día entregaste toda tu vida, sabiendo que ella jamás podría fallarte. Quiero quedarme aquí, en tu música, en tu rostro. En tu vida.
Y de momento mis lágrimas brotan a compás de esos sonidos agudos que se te meten en el corazón, y susurro flojo, tan flojo que soy consciente de que ni yo misma me entero, pero albergando un resquicio de esperanza al pensar que el viento pueda guardarte mi mensaje, para recitártelo al oído despacio mientras duermes, como una leve poesía: quédate a mi lado, no me dejes nunca.
Oh, te amo tanto. Ojalá pudieses curar todas mis cicatrices ahora, posando tus labios sobre ellas. Ojalá pudiese recostarte en mi pecho y jugar con tu pelo mientras me abrazas fuerte. Muy fuerte, hasta el punto de sentir que nunca me dejarías escapar. Te amo. Te amo y te necesito, a ti, a tus ojos.
Mi chico de la mirada de hielo. Mi amor, mi verdadero y único amor.”
-        ¡Ey!, ¿en qué piensas? Estás ida, te llevo llamando media hora. ¿Qué te pasa?
-        Oh, nada, no te preocupes, solo escuchaba la música.
-        ¿Te gusta?
-        Me encanta. Me gusta muchísimo.
“Y de nuevo ese peculiar silencio, con un mensaje grabado en el viento. Me encanta. Me encantas. Te amo, y quiero que me ames, necesito que me ames.
Y vuelve a sonar una melodía que me saca de mis pensamientos, pero vuelvo a mirarlo, y esta vez sonrío, contenta de poder contemplarlo. Ahí está, entregado a su vida, mi irresistible hombre-niño. Con su música.
Sin saber, que él fue la música que salvó mi vida. Él, mi irresistible chico de la mirada de hielo.
Te amo. “

lunes, 7 de enero de 2013

Notas de recuerdos, melodía del pasado. (2)


Estás loca.
Han pasado dos años, y me ha dado tiempo a pensar, reflexionar, idear, hacer e intentar todo lo que he querido. Y ¿sabes que enana? Lo único que tengo claro de mi vida, es que tú, eres la loca más increíble que he conocido. Ya no tengo pareja, ¿quieres que te sea sincero? Nunca la tuve. La quise, una vez creo que incluso llegué a auto convencerme de que la amaba, pero, a mi nunca se me ha dado bien engañarme, eso ya lo sabes tú de sobra. Es verdad que sonrío más, el trabajo me va bien, y si, mi pelo está más corto. Pero ojalá los recuerdos se hubiesen ido con todo ese cabello que se desprendía de mí.
No voy a engañarte, mi cabeza está más alta, porque miro a cada lado a ver si te encuentro. ¿Qué nos ha tenido dos años separados? No lo sé. No es orgullo, ni rencor. Es un intento falso, de seguir mi vida, creyendo que podría hacerlo sin ti. ¿Qué nos separó? Ni siquiera dejamos de amarnos. Yo también te he echado de menos, y cada noche me giro en la cama y me quedo mirando a ese vacío, y solo se preguntarme ¿por qué no estás aquí llenado este hueco? 
“No me dejes”, en eso puedo resumir estos dos años. Vete, pero no me dejes. Y no lo hiciste, porque sin darte cuenta yo estaba allí. En enero “Casablanca”, en febrero “Bailando bajo la lluvia”, en marzo “Quiéreme si te atreves”, las demás, casi todas de acción, como no… y así una vez al mes, durante 24 meses. Siempre una fila más arriba de ti. También se que has visto cada partido, la nueva camiseta de la selección te queda bien, resalta tus curvas. Respecto a lo de la coca-cola cada vez bebes más, deberías controlarte, aunque sé que siempre ha sido tu adicción. Has cambiado mi foto de sitio, ahora está mejor en el mueble del pasillo, al lado de la tele apenas se veía. Y has cambiado de ordenador, bonito portátil en blanco.
Y nuestra canción… ¿qué te digo de nuestra canción?
No esperes, no esperes nunca mi vida. Yo jamás me fui de tu lado, así que jamás fue necesario esperar que regresara.
Cuando estábamos juntos, el mundo era mejor. Los días pasaban volando, las noches eran apasionadas. Mi mundo era mejor que lo que tengo ahora, ¿y sabes por qué? Porque mi mundo, eras tú.
Lasaña, fútbol, cine, canción… y me faltaba lo más esencial para que todo aquello cobrara un sentido; TÚ.
¿Qué nos pasó? Yo egoístamente, le echo las culpas al karma. ¿Será una lección? ¿Será una prueba? No lo sé… pero sea como sea, quizás nos la merezcamos. 
No te tengo snetada en mi cama con tus ojos encharcado en sueños e ilusión, pero ¿sabes? Tengo las mismas ganas de hacerte feliz, y yo ser feliz a tu lado. El error fue pensar, que esto es un adiós.
Marcho a buscarte, ¿qué pasará cuando te encuentre? No tengo ni puta idea. Pero voy a buscarte, siempre un paso por detrás. O quizás por delante, quien sabe.
Vive, sueña, disfruta, pero sobre todo, recuerda. Que un determinado lugar, en un determinado momento, yo estaré ahí detrás. ¿Sabes por qué? Porque dos años es mucho tiempo estando ausente.
Deseo tenerte en la escalera de mi casa mosqueada, bajar y abrazarte, necesito tu sonrisa, te necesito a ti.
¿Qué nos pasó? Nada. Solo era una prueba. Tú me amas, y yo te amo. Y ahora emprendo un viaje para retomar esa historia a medio escribir, un viaje que me llevará por caminos soñados, pero recuerda, que mi meta, eres tú.
El único error en la parte de tu carta, donde pone “encontraré a alguien que me haga feliz” es este: no encontraras a nadie, volverás a ser feliz con lo que quieres, solo, tienes que encontrarte a ti misma.
Búscate, y nos encontrarás.
Te veo pronto enana, y recuerda: vayas donde vayas, yo siempre iré un paso por detrás, o por delante.
Te amo.