jueves, 7 de febrero de 2013

Monstruos del hogar.


En clase le han mandado un trabajo sobre su familia. Tiene que describir como son papá y mamá, y como es su hermanito pequeño. Como está decorado su hogar y lo felices que son viviendo allí, todos juntos. Ella, se pregunta; ¿imaginar o desear, es mentir? No le gusta mentir, ellos siempre discuten por lo mismo: “mentiras y más mentiras” dice siempre mamá.
De momento se escucha un porrazo: PAM.
Su hermano duerme en su cama la siesta, y a mamá se la escucha llorar. Dice algo como “te odio, ojalá te mueras”. Y él grita. Grita fuerte y rompe cosas… pero ella no quiere escuchar, ya está harta de escuchar siempre lo mismo. Así que saca su libreta y se pone a escribir su redacción. Pero aún tiene la duda, no sabe que escribir… piensa en los cuentos que leía cuando era más pequeña. En las películas. Después piensa en como sus amigos y amigas le cuentan que se han ido de viaje. Sus papás van a recogerlos juntos, y nunca discuten, al menos, nunca se pegan. Sonríe, ella quiere que su familia sea así. De repente escucha un sonido seco: PAM. Ha sido un portazo, se ha encerrado en la habitación, y él aporrea la puerta sin parar: “abre, abre la puta puerta”. Pero ella no echa cuenta, está ocupada pensando en su redacción. Después de un rato, empieza a escribir, decidida, contenta:

“Mi familia es maravillosa. Mamá es rubia, no es muy alta y está delgada. Es profesora en un colegio donde enseña a niños un poco más pequeños que yo, le gusta su trabajo, además, es una cocinera excelente. Ella me lee cuentos antes de dormir y me arropa por las noches, y me lleva a jugar al parque que está al lado de mi casa. Papá es muy gracioso, es médico y cura a personas enfermas. Es alto, moreno de piel, de ojos y de pelo. Siempre está sonriendo y dándome abrazos, me quiere mucho, aunque también se pone muy pesado cuando como más pasteles de la cuenta o cuando me duermo un poco más tarde de la hora, pero mamá dice que es porque me quiere y quiere lo mejor para mí. Siempre habla de algo sobre un “futuro”, pero nunca echo demasiada cuenta. Mi hermano tiene 4 años, es rubio y se parece mucho a mí, o eso dice todo el mundo. Mi hermano es la persona que más quiero en el mundo, está la mayor parte del tiempo conmigo, jugando. Mi familia es maravillosa, papá y mamá se quieren mucho, se lo están diciendo constantemente. A nosotros nos tratan muy bien, solemos ir de viaje todos los veranos, vamos al cine los domingos y vemos el fútbol todos juntos. Vivo en un barrio muy tranquilo donde hay parques verdes con zona para perros. Ah, sí, también tenemos un perro. Es pequeño, todo el mundo lo mira al pasear, parece un ratón, pero yo lo quiero mucho, es un gran amigo. Mi familia es divertida, todos nos queremos mucho, nos escuchamos y nos lo pasamos bien. Sin duda, mi familia es la mejor familia del mundo.
Fin.”

Ella vuelve de su propio mundo creado en su cabeza, sonriendo, feliz de su trabajo. Pone su nombre a la redacción y la guarda en la carpeta. Entonces escucha:
     - ¡Abre la puerta jodida puta, abre la puerta o te mato!.
Su hermano empieza a llorar. Ella se mete con él en la cama y se ponen a jugar, pero ella está llorando. Le va a volver a hacer daño, lo sabe, y no quiere, pero si sale… sabe que le hará daño a ella, y mamá se enfadará muchísimo. Entonces se pone a pensar; ¿podrá ser su vida algún día como la de su redacción?.. Sonríe solo de pensarlo. Parecía tan real, estaba tan metida en ese papel.
 Ese falso papel de ser feliz.
Su profesora le dice que tiene mucha imaginación y que se expresa muy bien. Tiene razón, ella siempre se está inventando historias para divertirse y entretenerse. Se pasa tanto tiempo sola. Tiene ganas de escribir otra historia, cuando lo hace, parece que se desvanece todo lo que hay ahí fuera, todo el dolor. Sí, tiene ganas de coger el papel y el lápiz otra vez. Pero de repente escucha un bofetón. Oh… mierda. Se le abren los ojos como platos y vuelve a su vida. Esa vida de gritos y moratones, de gente que no conoce entrando y saliendo de su hogar, comprando y vendiendo el alma y la vida. Mamá llora, están en el pasillo, justo enfrente de su puerta, la siente muy cerca. Oh, su querida madre… ¿por qué sigue permitiéndolo? De momento sale de su habitación. La ve tirada en el suelo, está llorando con una mano en la cara. Ella la mira con lágrimas en los ojos y se arrodilla, pero mamá se levanta rápido y se encierra en el baño. Siempre hace lo mismo, no le gusta que la vean llorar. Y ella se queda en el pasillo, sollozando en silencio con miedo a que sus lágrimas se conviertan en nuevos bofetones que añadir a su lista de dolor e infelicidad, callada, mirando la puerta donde tantas veces su madre se esconde a transmitir su dolor. Un dolor que no cesa, que no para, que quema y destruye todo en cuanto ve. Esa mujer que le ha dado la vida, esa mujer que apenas sale de casa y apenas habla… su madre, esclava de una vida de sufrimiento.
De repente, se seca las lágrimas y se pone rígida como un palo. Sabe que está detrás de ella, escucha su respiración. No, no quiere, está enfadada, muy enfadada, le ha vuelto a pegar. “Prometió que no lo haría, ¡LO JURÓ! Me lo juró aquella noche. Es un mentiroso. Dijo que nunca más gritaría ni nos pegaría a ninguna. Lo dijo, dijo que esta vez era de verdad, y no lo ha cumplido. Es malo.” Y parpadea, lentamente, dejando resbalar sus lágrimas por las mejillas, dejando que el dolor de tantas promesas que no se cumplen corra por su piel. Y él la llama, lentamente, con cariño… y amor, ese cariño y amor que solo sabe darle a ella.
      - Cariño… mírame…
Pero no quiere, ella quiere meterse en su cama y volver a imaginar historias que se la llevan de ese mundo horrible. Ella solo quiere ser feliz.
     - Cariño… ven, no llores.
     - Dijiste que no volverías a hacerlo, eres un mentiroso.
Y entonces se mete en su habitación y cierra la puerta. Se queda en silencio, orgullosa de si misma, esta vez no la convencerá.
Pero de momento lo escucha. Escucha como coloca lentamente sus rodillas en el suelo, dejándose caer, y empieza a sollozar. Oh, no. Ella empalidece y ensombrece su rostro. Mierda. Él llora, llora lentamente y en silencio, y va aumentando el tono. Se insulta a sí mismo, se odia… Dice que quiere matarse, que no sabe hacer feliz a su familia. Y a ella, le empiezan a flaquear las piernas. Y sabe que está volviendo. Su padre. Su querido padre, el hombre de su vida. Ese hombre que se transforma en un monstruo y las trata mal, pero que luego es dulce, y cariñoso, y gracioso. Y la quiere. Sobre todo la quiere con la fuerza de su alma. Ella lo sabe cuándo la mira, cuando la abraza. Su querido padre está arrepentido por habernos hecho daño a todos. Y ella no quiere hacerlo, porque se lo prometió una vez más y ha vuelto a mentirle. Pero lo escucha, y poco a poco ese diminuto trozo que queda de su joven y dañado corazón, se va partiendo en mil pedazos. Empieza a abrir la puerta poco a poco, sale al pasillo, con miedo, con cierto deshonor, rendida a ese hombre que la hace sufrir. Ese hombre de dos caras, ese medio monstruo. Ese que la quiere y la odia.
     - Papá, no llores, ya está.
Y él la mira, y ella lo ve. Ahí está. Desprendiendo amor con sus oscuros ojos, arrepentido y queriendo con locura a la pequeña mujer que tiene delante, queriéndola con su vida.
     - No volverá a pasar cariño… te lo prometo. Te quiero muchísimo.
Pero ella no lo deja terminar cuando lo abraza, y ambos empiezan a llorar. Allí, tirados en el suelo de un hogar lleno de un amor corrompido por eso que a pesar de odiar tanto, es a lo que debe la vida: la droga.
Piensa en su padre, en su extraño padre. En ese hombre que la quiere de una manera casi indescifrable. Y luego… piensa en… él. En el monstruo. Está a punto de quedarse dormida en los brazos de aquel hombre que ya no sabe cómo describir. Y en su mente resuenan sus últimas palabras; “No volverá a pasar”… ¿Será verdad?... Y entonces, derrama su última lágrima antes de profundizar en el sueño, y se va con Morfeo con ese triste y doloroso pensamiento: “no, no va a cambiar nunca, los monstruos, siempre son monstruos”.

4 comentarios:

  1. Acepté su invitación y felicítome por ello.
    Quizás como dijo Tronken: “La mentira y el deseo se unen para formular una realidad deseada, un traje a medida, un deseo universal, pues nuestros harapos no se acomodan” y en el transcurrir benéfico de la fantasía, nos alejemos de la felicidad.
    Un placer.
    Salu2

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  2. Sabias y alagadoras palabras. Muchas gracias por la visita y esa cita. Un saludo.

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