domingo, 24 de febrero de 2013

Paseos de la espera.


Y entre la vida y la muerte, encontré un camino oscuro y peligroso, lleno de sensaciones, llamado desamor.
Busqué mi vieja camiseta de los Rolling,  acompañé mi velada de lágrimas y películas románticas con una tarrina de helado de chocolate, y ese fiel recuerdo de sus angustiosas manos buscando tesoros en el mapa de mi piel. Sus manos, y ese afán de protagonismo suyo.
Luego echada en el sofá, me puse a pensar que iba a ser de mi vida. Después me reí como una idiota. “Lo de siempre”. La verdad que no se me conoce por una persona que tenga muy claro su camino… los caminos y esa manía que me han cogido. En fin.
 Después pienso en él. Su cálida mirada y en su sonrisa tan atractiva, tan fuerte y vulnerable a la vez. Es una especie de león enjaulado. Tan fiero y salvaje, y a la vez tan indefenso, viendo como la gente observa su vida monótona y aburrida que se va poco a poco, día tras día, entre los barrotes de esa amarga condena, que lo aleja cada día, más y más de la libertad. Mi león. Mi animal. ¿Volverá a arrancarme la ropa alguna vez? Quedaba tan bien en el suelo, junto a su camiseta y sus vaqueros. Era una pintura perfecta, un cuadro digno de admirar. Da Vinci le hubiese aplaudido si viese esa perfecta imagen de nuestra ropa tapando el mármol del suelo, y de nosotros, jugando a ser uno. Y lo bien que se nos daba pintar nuestras historias, escribir nuestras canciones, cantar nuestros momentos.
No cabe duda de que siempre se nos dio bien ser nosotros.
Pero bueno, todo nosotros se acaba separando, y ese “otros” acaba poniendo finales a esas historias. Mejor no pensarlo. Ahora ya solo queda una taza de café, solo se usa un mando de la videoconsola, y el sofá desde hace días, empieza a hundirse más por mi lado. Y poco a poco la tele se enciende menos, las paredes se acostumbran a no escuchar las carcajadas. Y después está mi cama… ¡Dios!, es una tortura. No puedo dormir en ni con ella, cada vez que la veo llora, llora preguntando por sus besos. ¿Y qué le digo? ¿Qué quizás ya han ido a visitar a otra almohada a la cual acurrucar entre sus piernas cada noche? No puedo. Quizás, todavía no.
Y aquí estoy, ahogándome entre helado, lágrimas y recuerdos. Y suplicándole en silencio que no me pida más de lo que mi otra yo está dispuesta a dar.  Porque sabe que soy capaz de todo, pero que no me pida que deje de amar cada poro de su piel, porque se me iría de las manos y entraríamos en una espiral de una destrucción insana que acabaría con lo poco que queda de nosotros.
“No me pidas que deje de amarte. Porque fue a ti a quien confié mi vida, y ahora mira, mis secretos fueron al igual que mis teorías derrumbados frente a ti. Como esa patada de un niño que derriba castillos de arena.”
 Y aquí estoy con mi corazón, mis secretos y mi dignidad rotos, y el orgullo intacto, peleándose con mi alma que parece que es la única que aún ve un poco de sentido en todo esto. Y entre días vacíos y lágrimas ardientes, mi soledad y sus recuerdos se hacen cada vez más amigos, y yo veo como se abrazan, y me come la envidia. Y en mi urna de cristal yo y mi mierda decidimos ahogarnos, con la llave dentro, sin poder abrir, a no ser que vengas él con un martillo y me saques de este pozo de locura. Pero él no llega. El aire se va. Y yo acumulo.
Acumulo sentimientos despedazados, lágrimas que viajan sin dirección por mis mejillas, un cariño frío que ya no sabe a quién calentar. Y luego acumulo ese amor punzante que decide matarme, y ese olvido que se niega a llegar y a llevarlo con él. Acumulo palabras de consuelo que no curan, ni siquiera calman, solo crean falsas ilusiones. Que por cierto, estas también las acumulo, como aquella niña pequeña que colecciona pegatinas de princesas. Igual.
Y me levanto otro día, acumulando vestidos cortos como mi autoestima, y tacones de aguja que no me pondré hasta que tenga valor de subirme 12 centímetros por encima de mí  y toda mi colección de fracasos.
Y así es mi día, mi corazón lleno de cicatrices, mi pelo lleno de enredos, como los nudos de mi pecho, y la lluvia ladrona de mi tiempo, que se lo lleva prisionero en cada gota que resbala por el cristal.
“Y yo a cada segundo te suplico. Súbeme alto, llévame volando por el subsuelo, enséñame las más bellas alturas del sótano y acaríciame con tus garras de acero inoxidable el corazón. Maquíllame con dolor y cepíllame el pelo con tus tijeras. Adelante, córtame más aun los vestidos y cómprame los tacones aún más altos, más finos, y después, cuando consiga subirme en ellos, clávame las agujas en el corazón como si le clavaras la estaca a Drácula. Haz de mí una historia que contar. Veneno, recuerdos. Ponme puntos suspensivos o escríbeme tan corta que un punto y final sepa ha exagerado. Háblame de silencios y tortúrame con palabras que sean tan dulces como el amargo del limón recién exprimido dentro de mis heridas. Cáusame dolor, parte mis camisetas favoritas y regálame flores que al igual que mi vida, se marchiten cada dos días. Bésame con labios de fuego, y deja que arda hasta el punto que ni mis cenizas sean merecedoras de barrer.
 Haz lo que quieras, tranquilo. No importa cuánto poder tengas para destruirme, si dentro de mi miserable y absurdo mundo cabe más destrucción. Planea los peores finales para mí, y las mayores torturas. No importa. Mientras pueda estar una vez más a tu lado, aunque sea para cavar mi propia tumba, los Rolling, el helado  y yo, vamos a seguir esperándote en este viejo sofá, que espera ansioso que hundas de nuevo ese lado vacío, aunque ello conlleve que hundas mi vida hasta el punto de ver como nadie me saca y todos se quedan mirando, esperando ansiosos mi final.
Y si, quizás este loca. Pero todo sea porque mi sofá, mis paredes y mi cama, sobre todo mi cama,  puedan ser felices. Como ya sabrás, siempre les tuve demasiado cariño”.

2 comentarios:

  1. Montaña rusa de sensaciones.Unas veces arriba y otras abajo.Cuando estas arriba,tu barriga barrunta cosquillas y la bajada produce esa sensacion desagradable en tu cuerpo y en tu mente que te hacen desear que todo termine rapido.Pero una vez abajo,deseas volver arriba una vez mas para volver a sentir lo mismo,una y otra vez.A veces se cambia de vagon y otras veces el viaje se hace largo y otras monotono,pero sabes que nunca,nunca,perderas el miedo cada vez que te subas,a caerte en pleno viaje.Por eso agarrate y disfruta,porque nunca sabes cuando seras lo suficientemente viejo para no volver a subir a esa montaña rusa que es el AMOR.

    ResponderEliminar
  2. Muy grande, gracias por el "consejo y la moraleja" entre las líneas de tan precioso texto. Un beso primo.

    ResponderEliminar