domingo, 2 de septiembre de 2012

Recordatorios mensuales.

Se ha quedado grabado.
Después de un cierto tiempo, me pregunto, ¿ha valido la pena?. Amores de carreteras, deseos ahogados en una copa cualquiera de una discoteca barata donde vas para olvidar, y lo único que olvidas son tus principios. Espera, ¿princi qué? Quizás ya no tenga de esos.
 Adolescencia. Amor. Pero no un amor cualquiera. Sé que lo recuerdas, se ha quedado grabado.
Besos que parecían no acabar nunca, y manos, sobre todo manos curiosas dispuestas a encontrar una vez más en el cuerpo del otro algo nuevo que descubrir, una curva no encontrada y oculta jugando al escondite con tu piel, provocando y tentando a tu imaginación. Gotas de sudor que gritaban "no pares", el éxtasis de dos cuerpos que forman uno, ese aroma a "aráñame la espalda y tírame del pelo" que tanto nos gustaba. El café de por las mañanas, mitad leche y mitad café, dos cucharadas de azúcar, y templado. El beso de buenos días, una mezcla de "encantada de despertar contigo" y "la noche ha sido demasiado corta, mis labios tienen ganas de tu cuello, aún". La pasión. Para ser sinceros cariño, éramos dos almas perdidas que se habían encontrado en un lugar al que había llegado por motivos distintos, pero con un mismo fin, curarse las heridas. El dolor, fue nuestro puente. El sufrimiento provocado por una vida corta e interesada de hacer de nosotros dos seres que sabían más de lo que deberían, sobre todo, de ti. Pero sabíamos cicatrizar en silencio, sabíamos curarnos con caricias y odiarnos hasta tal punto de querer matarnos mutuamente. Eso sí, a amarnos, no nos ganaba nadie. Tal vez fuiste el mayor hijo de puta que había conocido, y reconozco que a veces fui una verdadera zorra, pero eso sí, no había una sola vida en el mundo que valiese más que nosotros. Éramos nuestro propio veneno, pero estábamos dispuestos a morir y a matar para que el otro estuviese a salvo. Si teníamos que morir, moríamos, pero como todo desde un principio, juntos, solos, y con el otro como culpable. Éramos de lo que no había, de lo que el mundo no podía imaginar. Era un amor de esos que huelen a "no se va a acabar nunca". Éramos el uno para el otro, el escondite perfecto. Éramos dos leones agazapados en la selva, esperando a cazar la misma presa. Dos leones que chocaron en su camino y se hicieron enemigos, y por consecuentes, imprescindibles el uno para el otro. Era una magia negra, un ron sin cola, eramos el ejemplo perfecto del magnetismo, los polos, el blanco y el negro, la luz y la sombra. Éramos el por qué más doloroso y el consejo más sabio. Éramos dos seres unidos por un amor, que podía acabar con sus propias vidas, o que por el contrario, podía dominar el mundo. Éramos nuestros mejores sueños, y los directores de la música de orquesta que sonaba en las peores pesadillas. Éramos fuego que quemaba lentamente, la trampa de queso para el ratón, la vida y la muerte, la verdad a medias, el corazón y la mente. Una explosión de sentimientos que explotaban, y formaban una tormenta, ¿de qué? aún no lo sé bien. Solo que eran de esas tormentas que te hacen esconderte debajo de la sábana, cerrar los ojos fuertemente y quedarte dormido pensando "no sé si saldré vivo de ella, pero si lo hago, el sol brillará más fuerte". Fuimos la pasión echa actos, el amor echo miradas, el odio echo palabras y la necesidad echa besos. Fuimos el secreto más grande de nuestra vida, y la verdad escondida en los ojos de todo el mundo. Fuimos grandes, locos, despreocupados, irresponsables, y estábamos enamorados, sobre todo, estábamos enamorados. ¿Ha valido la pena? Después de todo, no puedes borrar lo que se ha quedado grabado en tus sábanas, en tu piel, en tus sueños, en tu vida. No puedes luchar contra lo que se ha quedado grabado, en la eternidad. Ahora dime, ¿ha valido la pena? Tú sabes la respuesta igual de bien que yo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario